El "autogol" del Estatuto
El expresidente Pasqual Maragall le levantó el brazo al joven José Luis Rodríguez Zapatero desde el balcón de la Generalitat en la plaza de Sant Jaume de Barcelona. Un Zapatero sonriente, flanqueado por Josep Lluís Carod (ERC) y Joan Saura ICV), saludó a los congregados que celebraban el fin de 23 años de gobiernos de Convergència en Cataluña. Era el 20 de diciembre de 2003 y en España el presidente del Ejecutivo central era José María Aznar.
Luego llegó la tortuosa tramitación del Estatuto que impulsó el tripartito y del que el PP se mantuvo al margen. Después, "la castración química" a la que, según Alfonso Guerra, fue sometido el texto en las Cortes. Finalmente, la sentencia del Tribunal Constitucional. Muchos jalones en ese proceso de desencuentro entre Cataluña y España.
Joan B. Culla recuerda el viaje que el 2 de noviembre de 2005 hizo una numerosa delegación catalana para presentar en el Ateneo de Madrid el texto estatutario. "El único asistente relevante no catalán era Santiago Carrillo", agrega. Era como si la campaña del Partido Popular de recogida de firmas contra el texto estatutario en toda España o el boicoteo de productos catalanes lanzado desde cadenas televisivas autonómicas hubieran surtido efecto en la intelectualidad más liberal o de izquierdas, opina un dirigente de Convergència.
Ahora, con la perspectiva de los años y tras la sentencia del Constitucional, la impresión generalizada entre los partidos catalanes es que se malgastó mucha pólvora para unos resultados tan exiguos. El blindaje con el que se querían proteger las competencias ha sido tan poco efectivo como la Línea Maginot.
Algunos incluso van más lejos. El Estatuto fue un "autogol", ya que la sentencia ha acotado mucho más que anteriormente el grado de autogobierno en Cataluña, subraya un dirigente de CiU.
Alicia Sánchez-Camacho, en cambio, opina que el tripartito y ahora el "giro separatista de CiU" han perjudicado mucho a Cataluña. "Lo que altera la paz son algunos medios de Madrid, a los que desde Cataluña tomamos como si fueran España entera", afirma el economista Antón Costas, que no aprecia rastros de ese anticatalanismo, "ni económica ni políticamente", afirma.
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