Noche de emociones contenidas
El fin del terrorismo genera una ola interior de alivio en el País Vasco. Pero los sentimientos se siguen reprimiendo. Son demasiados años de odio y plomo
No hubo descorche de botellas ni más fiebre de lo habitual en la hostelería durante la noche del jueves 20. No hay evidencia de bruscos incrementos en algún tipo de consumo, ni rastro de celebraciones. No al menos en Euskadi, horas después de conocerse un comunicado de ETA. Hay quien sostiene que el vasco es austero tanto en las celebraciones como en los funerales, así que no es de extrañar que el viernes amaneciese como un día cualquiera. El espacio público fue ocupado por los políticos, que se repartieron comunicados y convocatorias para hacerse la foto del momento. La gente en la calle mantuvo su silencio. Nada nuevo salvo algún detalle al margen digno de haberse tenido en cuenta: la cantidad de escoltas que tuvieron la jornada libre. O que no trabajarán este fin de semana.
La reacción vasca fue discreta: "Eran los amigos de fuera quienes nos trasladaban una euforia que no manifestábamos" El día después fue festivo para muchos escoltas y una jornada de liberación contenida para muchos políticos
Durante la jornada del viernes, los cámaras de televisión se repartieron por las poblaciones del País Vasco para obtener testimonios callejeros, que en su gran mayoría abundaron en el comentario de que, efectivamente, se había tratado de una buena noticia. Las explosiones de júbilo que buscaban los reporteros no aparecieron por ningún lado. Otra cosa distinta sucedió entre los políticos, que fueron reclamados para su personal interpretación de los hechos y trabajaron a destajo entre el jueves y el viernes.
Uno de ellos tenía que ser Carlos García, el osado concejal del PP en Elorrio que dio su voto al PNV para impedir que Bildu gobernara el consistorio. Carlos García se mantuvo en un contenido "sí, pero", tratando de no contradecir ninguna de las dos versiones (dura o menos dura) en la que se mueve el partido: "Estoy más contento que ayer, pero lo estaré más cuando ETA se disuelva, devuelva las armas y pida perdón a las víctimas". Carlos García pasó la jornada entre Bilbao, Elorrio y Madrid, atendiendo a los medios de comunicación. Se movió de un sitio para otro... sin escolta. "No lo comentéis", pidió al periodista.
En realidad, muchos otros hicieron algo parecido el día después, un día festivo para muchos escoltas, una jornada de liberación contenida para muchos políticos.
Al mismo tiempo que Carlos García concedía una entrevista en Elorrio, un cámara de televisión buscaba declaraciones entre los habitantes de un lugar tan marcadamente nacionalista. Cada cual contestó lo que quiso, pero no hubo aglomeraciones en torno al reportero. Elorrio siguió a su ritmo aparentemente ajeno a las necesidades informativas de los enviados especiales: los chavales jugaban a la pelota en el frontón, pegado pared con pared con el edificio del Ayuntamiento, y el profesor que cuidaba de ellos se limitaba a contestar al periodista en pocas palabras: "Sí, ha sido una buena noticia, pero queda mucho por hacer". Se refería más a los presos que a otra cosa.
A mediodía, en la herriko taberna de Elorrio solo quedaban gildas, las clásicas aceitunas con guindilla y anchoa, para acompañar una cerveza. Esa escasez de aperitivos no era el resultado de los excesos de la noche anterior, horas después de conocerse el comunicado de ETA. No hubo más gente de la habitual en el local. Ni menos. Un cliente contesta con socarronería al ser preguntado por la sensación que le produjo la noticia. "Esta mañana he salido de mi casa con el mismo dinero en el bolsillo que ayer y no creo que mañana vaya a tener más dinero, así que algunas cosas no van a cambiar".
Efectivamente, nada parece haber cambiado en Elorrio y tantos otros lugares de Euskadi a pesar de la presencia repentina de las cámaras de televisión y de que los quioscos amanecieran con titulares a gran tamaño en las portadas de los periódicos. Exceptuando la clase política, podría afirmarse que Euskadi reprimió sus sentimientos. Celebró el comunicado en la intimidad. Miles de vascos recibieron felicitaciones del exterior: el jueves fue también la noche de los mensajes al móvil, producto de los nuevos tiempos. Como si fuera Fin de Año.
El jurista Juan José Álvarez, catedrático de Derecho Internacional, estaba en Lisboa asistiendo a un congreso cuando escuchó la noticia. "Fue un sentimiento agridulce. No creo que lo hayamos percibido como un nuevo tiempo", dice. "Haber vivido tanto tiempo con ese problema en la mochila nos ha provocado una austeridad emocional". Juan José recibió una llamada de su madre, que reside en Zarauz. "A pesar de ser un lugar muy nacionalista, allí no se celebró en la calle. La gente lo vivió en la intimidad".
Juan José pensó en sus hijos, que no crecerán en un clima marcado por la violencia como les ha sucedido a quienes rondan el medio siglo de edad en Euskadi, "que no hemos conocido otra cosa". Recuerda con precisión que recibió 16 mensajes en su móvil. "Debo decir que el 100% eran de Madrid y de Barcelona. Era gente relacionada con la universidad. Eran los amigos de fuera quienes nos trasladaban una euforia que nosotros no estábamos manifestando".
Txema Montero fue observador ocasional de la reacción que provocaba la noticia en un grupo de ejecutivos. Estaba en Madrid el jueves 20 y sabía que el comunicado se divulgaría por la tarde. Tenía esa información privilegiada por su relación con sectores de la izquierda abertzale: fue abogado y diputado de Herri Batasuna en su momento, expulsado de la organización en 1992 por solicitar la disolución de ETA.
Pero Txema Montero no sabía la hora exacta a la que se difundiría el comunicado. Fue a las siete de la tarde. Se encontraba a bordo de un avión repleto de ejecutivos que debía despegar de Barajas en dirección a Bilbao. El despegue se retrasaba y "muchos de ellos abrieron sus tabletas y se encontraron con la noticia", recuerda Montero. "Quien estaba a mi izquierda, abrió la página de EL PAÍS. Observé su reacción. Fue comedida. El escenario y el tipo de persona determinan la respuesta. Unos se decían a otros: '¿Has leído?' Podría describir sus sentimientos como algo parecido a un ¡por fin!".
"En realidad", deduce Montero, "mostraban su satisfacción por ver que sucedía algo que hace tiempo debió suceder". No hubo abrazos. No hubo gestos. "No sé si se puede hablar de una psicología nacional", concluye, "según la cual somos un pueblo acostumbrado a reprimir sus emociones".
En otros puntos de Euskadi, se repitió la escena. Raúl Arza, secretario de organización de UGT en el País Vasco, asistía a un homenaje al poeta Gabriel Celaya que se celebraba en San Sebastián. "Sabía que algo pasaría ese día, pero no la hora". La noticia le llegó entre versos de Celaya. "Fue emotivo, pero me dejó una sensación agridulce, quizás porque no se han respetado las cosas en otros comunicados. Este comunicado no tenía una coletilla, parecía más claro. Tengo 49 años y he vivido toda mi vida con esto, he sido concejal en Llodio, he vivido con escoltas y tuve que dejarlo por presión de la familia. Solo espero que los hijos de nuestros hijos puedan vivir en un país normal".
Al escritor Jon Cortázar la noticia le llegó en casa, la leyó en Internet. Recuerda que recibió cinco o seis mensajes en su teléfono de "gente muy querida". Uno era del escritor gallego Manuel Rivas, además de otros amigos de Galicia. Y dos mensajes más de dos escritores andaluces. ¿Por qué todos procedían del exterior? "No creo en tópicos generalistas acerca de nuestra austeridad emocional. Quizás porque me han escuchado tantas veces hablar de nuestra situación, que se han alegrado tanto o más que nosotros". Austeridad emocional fue la del entrenador Javier Clemente, actual seleccionador de Camerún. "Estaba en casa viendo la tele. Me pareció muy bien. Una noticia esperada y deseada. No había por qué celebrarlo. No soy partidario de celebraciones. Recibí varios mensajes y no contesté a ninguno".
No hubo, pues, noche de pirotecnia en Euskadi, sustituida por la mensajería móvil en todas sus vertientes. No hubo reacción popular al comunicado de ETA.
Casualidad o no, hubo coincidencia entre los reporteros de televisión a la hora de elegir destinos para su encuesta callejera. Se trataba de buscar en lugares considerados como duros, en el argot periodístico.
Si uno era Elorrio, otro sin lugar a dudas era Mondragón, donde Bildu manda por mayoría absoluta. Ya bien temprano, llegan al ayuntamiento noticias del interés de varios canales de televisión por entrevistar a concejales socialistas y populares. Tenían sentido estas entrevistas: Mondragón fue escenario de uno de los últimos atentados de ETA, al asesinar en 2008 al concejal socialista Isaías Carrasco. Fuera de estos detalles y de la presencia de equipos de televisión en la localidad, la actividad de Mondragón transcurre como un día cualquiera.
Pasadas las cinco de la tarde, el Ayuntamiento de Mondragón está preferentemente ocupado por las mujeres de la limpieza que hacen su trabajo ajenas a una actividad que parece residual pero no lo debe ser tanto dado que al alcalde, Ignacio Azkárraga Urízar, todavía le quedan reuniones por celebrar con su gente. Azkárraga es un hombre de apariencia tranquila, alto, con cabello y bigote canoso, camisa a cuadros, un vestuario que recuerda su pasado sindicalista. Escuchó el requerimiento improvisado de los periodistas, y acepta de forma natural mantener una conversación e incluso posar para una fotografía. El alcalde no tiene reparos en confesar que conoció la noticia mientras estaba tomando café y que le produjo "una alegría tremenda". "Se convirtió en realidad lo que estábamos pidiendo", explica Azkárraga. "ETA ha dado el paso que tenía que dar. Era necesario".
- ¿Qué cosas van a cambiar?
- Va a ser un periodo ilusionante. La forma de hacer política no va a ser igual. Ha habido mucho sufrimiento por todos lados. Tenemos que ponernos todos a trabajar. Están los presos, están las víctimas, esto no va a cambiar de un día para otro. Hay que trabajarlo. Hay que ir dando pasos, en el terreno penitenciario, en el desarme.
- ¿Qué le parecieron las reacciones de los políticos?
- En general, comedidas, incluida la de Rajoy, que estuvo a la altura de las circunstancias.
- ¿Es para usted una liberación que ETA deje las armas?
- No es cuestión de sentirse liberado o no. Muchos somos nuevos en la política. Yo vengo del mundo sindical y mi compromiso está claro.
Ignacio Azkárraga reconoce que la situación de Mondragón no es tan complicada como la de otros lugares, que el paro es más bajo y que el consistorio se ha regido por unos criterios muy prudentes, debido a lo cual no tiene los problemas financieros de otros. Al final, con toda naturalidad, hace al periodista la pregunta de rigor.
- Y esta entrevista ¿cuándo saldrá publicada?
Quizás, los viejos hábitos estén comenzando a desaparecer. Habrá que esperar. Euskadi fue un lugar de emociones contenidas la tarde noche del jueves 20. Y todavía lo sigue siendo días después. Cuarenta y tres años de atentados terroristas han dejado su marca en varias generaciones de vascos. -
A nuestros lectores. Por problemas técnicos, no es posible publicar esta semana las habituales columnas de opinión de Domingo.
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