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LLAMADA EN ESPERA
Columna
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Arquitecturas visionarias

A nadie se le escaparía hoy nuestra atracción hacia los que se podrían llamar objetos y documentos de la decadencia, adquisición estética de la modernidad. De hecho, esas imágenes hubieran sido impensables en los primeros años del Renacimiento, cuando la mayor parte de la población vivía en casas de madera. Por eso los pintores del XV cantan la magnificencia de las estructuras ideales que, en un despliegue de minuciosidad, muestran los bellos mármoles cuando aún no existen casi en la realidad. Son las arquitecturas imaginadas, como la cúpula inconclusa del Duomo de Florencia -que tantos quebraderos de cabeza dio a Brunelleshi- bajo la cual los grandes intelectuales soñaban con mantener sus diálogos platónicos. Después, lo urbano deja de ser novedad y se vuelve la mirada hacia los paisajes de ruinas tenebrosas que poco a poco se convierten en refugio de esos seres misteriosos que pueblan el XIX.

Porque la imaginación crea la realidad antes de que exista, por esa cualidad radiante para adelantarse a las construcciones físicas que poseen el poder de la mente y la representación, el público que visite la muestra Arquitecturas pintadas en la Fundación Thyssen de Madrid se va a quedar sorprendido y maravillado frente a este catálogo de espléndidos cuadros y ciudades inusitadas. La arquitectura como escenario, ruina, el juego de la perspectiva, la ciudad ideal, de fantasía, la veduta, las ciudades míticas, los grandes monumentos, las imágenes del Grand Tour... se invocan y se convocan en esta exposición que va a convertirse, seguro, en una de las más comentadas por su rigor y su solidez, un trabajo que, dicen los comisarios Delfín Rodríguez y Mar Borobia, es fruto de sus grandes pasiones y, desde luego, el resultado de muchos años de reflexión sobre el problema, como garantizan los numerosos trabajos del primero sobre el tema. Se nota. Y se agradece. En un panorama a menudo banalizado, repleto de exposiciones de compromiso en busca de un público fácil y lleno de proyectos apresurados, es un alivio darse de bruces con una muestra donde hay una tesis sólida detrás: la de toda una vida. El recorrido por las 12 secciones -con un apéndice dedicado a Piranesi- que conforman el proyecto -desde el siglo XVI al XVIII- reúne obras de artistas clásicos -Carracci, Carpaccio, Bellotto, Canaletto, Claudio de Lorena o Poussin, por citar los nombres más mediáticos- junto a obras deliciosas e inesperadas como el Autorretrato en Roma (1533) de Maerten van Heemskerck donde se muestra el Coliseo al fondo. La seriedad del proyecto vuelve a deslumbrar en el catálogo, donde los artículos de reputados especialistas hacen del volumen un texto referencia para el futuro.

Y hablando de rigor, de arquitectura y de adelantarse a la realidad, quedan ya pocos días para darse una vuelta por Ivory Press que, igual que ocurriera con Buckminster Fuller, ha vuelto a hacer diana de la mano de Norman Foster y Luis Fernández-Galiano al exponer al sorprendente Jean Prouvé, entre otras muchas cosas, pionero de la "arquitectura de emergencia" ahora popularizada por profesionales como Shigeru Ban o Aravena. En la muestra, otra vez un proyecto de museo por su altísima calidad, se pueden ver algunas de sus propuestas, entre las cuales fascina el proyecto a tamaño real de 6×6, casa de emergencia para la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, y la sorprendente e irrepetible -literalmente- Casa de la tormenta que construye para su familia con piezas sobrantes, un collage lúcido. Aquí se pone de manifiesto lo que hace tan actual a Prouvé: pragmatismo y reconstrucción. Una sorpresa, pues, y un placer para el visitante estas dos exposiciones de arquitecturas visionarias que por su enorme calidad invitan a volver por más, como ocurre con las cosas bien hechas.

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