Mino Martinazzoli, bastión de la Democracia Cristiana italiana
Fue el último secretario del partido, antes de su disolución
Alto, delgado, ligeramente encorvado y con una expresión de sutil melancolía. Así se recordará a Mino Martinazzoli, fallecido el pasado 4 de septiembre, que desde el ala izquierdista de la Democracia Cristiana (DC) italiana hilvanaba discursos cargados de anécdotas, citas cultas, lecciones de ética y sentido común. Abogado de profesión, fue uno de los principales exponentes del partido católico que mantuvo las riendas del país durante 40 años, desde las primeras elecciones de la Italia liberada del fascismo hasta principios de los noventa.
Nacido en Orzinuovi (Brescia) el 30 de noviembre de 1931, fue el último secretario de la DC, él tuvo que desenchufar el respirador a una formación política machacada por la corrupción y los cambios en el sistema electoral.
Fue ministro de la Defensa, de la Justicia, de las Reformas y presidió algunas comisiones de investigación parlamentaria, como la que relevó la corrupción de algunos hombres de su partido que se embolsaban dinero a cambio de posicionarse a favor de la marca norteamericana Lockheed a la hora de comprar aviones de guerra. Era 1976. El escándalo llevó a la dimisión, dos años más tarde, del entonces presidente de la República Giovanni Leone, miembro de la DC y elegido al máximo cargo del Estado gracias a los votos de la derecha.
Martinazzoli murió con casi 80 años, pero políticamente se fue mucho antes. La Democracia Cristiana se le extinguió entre las manos. El año 1993 cambió la historia del partido más potente de Italia y el curso del sistema político del país. La investigación que surgió de la Fiscalía de Milán para investigar distintos casos de corrupción salpicó a muchos miembros del partido y mermó la credibilidad de la formación. En 1993 se celebraron las primeras elecciones directas de los alcaldes y todos los candidatos democristianos perdieron. Aquel año marcó la muerte cerebral del partido.Martinazzoli no pudo hacer otra cosa que diagnosticarla, como un médico legal, lúcido e inteligente.
Fundó el Partido Popular Italiano, que nunca encajó resultados electorales dignos de su predecesor. Su destino perfiló el declive de la tradición política católica del país: en el sistema construido sobre dos coaliciones, ningún partido supo postularse como intérprete del electorado católico e intermediario laico de las obligaciones morales y sociales de la Iglesia. El sistema bipartidista no ha dejado espacio a un renacimiento de la Democracia Cristiana. Martinazzoli decidió presentarse solo en las elecciones de 1994. Rechazó unirse con los Progresistas, de Achille Occhetto, pero también rehusó hacerlo con un nuevo partido fundado por un empresario llamado Silvio Berlusconi.
Martinazzoli se retiró en el norte del país y abandonó el clamor romano. Fue alcalde de Brescia de 1994 a 1998 y en 2000 se presentó como candidato del centro-izquierda a las elecciones regionales de Lombardía. Perdió contra Roberto Formigoni, fiel berlusconiano, que sigue en el cargo.
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