El tren sobre las huellas vikingas
Un equipo de arqueólogos desentraña en Catoira los secretos del mayor fortín medieval de la cristiandad donde hoy se construye el viaducto del AVE
El estuario del río Ulla es un cementerio de restos arqueológicos. Múltiples culturas se asentaron dentro de un perímetro de cuatro hectáreas de terreno, cuyos primeros vestigios se remontan a finales de la Edad de Bronce. La situación estratégica de este lugar hizo que después se convirtiera en el fortín medieval más importante de Galicia contra los pueblos invasores del norte de Europa. Por eso el Ayuntamiento de Catoira fue adquiriendo las ruinas a sus últimos propietarios.
La puesta en valor de este importante yacimiento conocido como Torres del Oeste se produce con la llegada del Tren de Alta Velocidad (AVE) y la construcción del viaducto de Catoira sobre el Ulla. Para compensar el impacto de esta espectacular obra civil que comunicará las provincias de Pontevedra y A Coruña, el Ministerio de Fomento ha financiado con 1,8 millones de euros el 75% las actuaciones en este conjunto histórico con cargo al programa del 1% cultural.
Los técnicos creen que las investigaciones llevarán décadas
El objetivo es conjugar el conjunto histórico con el puente
Las Torres del Oeste impedían un eventual desembarco enemigo
Las actuaciones futuras dependen de la voluntad de los políticos
Bajo esta enorme construcción y por efecto de los agresivos dragados que en los años ochenta sufrió el río para extracción de arena, unido a los cambios que experimentó en su cauce natural que inundan parte del yacimiento, el enclave acabó siendo un lugar propicio para el expolio de piezas y fragmentos de todo tipo, principalmente cerámicas, de inestimable valor histórico.
Ahora, los arqueólogos tratan de reconstruir la historia del recinto amurallado donde se erigen los restos de cinco torres, aunque para ello quedan muchos descubrimientos por hacer en un proceso de conocimiento que llevará décadas.
Este largo paréntesis de la historia fue objeto de estudio en una campaña arqueológica realizada en 1989 por Juan Naveiro. Entonces se intentaron realizar dataciones por radiocarbono con nulo éxito, ya que las muestras estaban contaminadas por un manejo inadecuado de los materiales. Ahora se pretenden corregir aquellas pruebas.
Pero los investigadores también se proponen evaluar los impactos negativos que en esta margen izquierda de la desembocadura del Ulla ha dejado la mano del hombre. De hecho, uno de los objetivos que persigue la empresa Arqueoconsulting, encargada de acometer las actuaciones bajo la dirección del arquitecto César Portela, es conjugar dos elementos difícilmente compatibles: el conjunto histórico de Catoira , su entorno natural formado por junqueras y el río, con la "brutal presencia del viaducto".
Tras un primer análisis del yacimiento, los arqueólogos redactan un informe de los hallazgos e incluso de los indicios de previsibles descubrimientos después de dos meses de trabajo sobre el terreno. "Las expectativas no pueden ser mejores porque llegamos con un proyecto bajo el brazo pero ha sido superado por todo lo que hemos encontrado. El resultado es espectacular", afirma el arqueólogo Francisco Herves Raigoso.
En un breve recorrido por la historia de este enclave, el científico explica que sus primeros pobladores se remontan a la cultura Castrexa, en torno al siglo I antes de nuestra era. Una sociedad agrícola y ganadera que dejó huellas en este entorno, como una cabaña que forma parte de las últimas localizaciones.
Con la dominación romana, la antigua Catoira despegó como uno de los núcleos defensivos más famosos de la época de la cristiandad, influenciado por la proximidad de Iria Flavia (Padrón) que llegó a ser sede episcopal y una de las ciudades comerciales de la época junto a Lugo, Astorga y Braga (Portugal).
Situado en torno a una de las rutas fluviales más importantes de la etapa romana y medieval se levantó una fortaleza amurallada de aproximadamente un kilómetro de longitud y una base que llegó a medir seis metros de ancho. Sufrió algunas transformaciones a lo largo de dos siglos, aunque posteriores búsquedas podrían arrojar más sorpresas sobre la envergadura que en realidad pudo tener. Además de los restos de las cuatro torres, aparecen otros de la llamada Torre de Lugo que se construyó cuando el perímetro de la fortaleza fue ampliado a partir del siglo XIII y donde ahora aparecieron restos de una edificación romana.
La campaña de este verano dio más sorpresas tras el hallazgo de lo que fue una gran industria metalúrgica para abastecimiento de los habitantes de la fortaleza. Estos hornos de hierro se utilizaban principalmente para aprovisionar de armas a las guarniciones que vigilaban y defendían la boca de la ría de la invasión de vikingos y sarracenos.
Pero las Torres del Oeste no sirvieron únicamente para formar una cadena que impidiera el paso de embarcaciones y de un eventual desembarco de enemigos hacía la ciudad de Santiago Apóstol, donde el cauce del río se estrechaba. Aquí se encuentran los orígenes militares de la marina gallega, cuando marinos genoveses viajaron a Galicia para asesorar al arzobispado como expertos en líneas defensivas y de vigilancia, según los arqueólogos. "Alguien, un día se sentó ante unas cartas marinas para diseñar la estrategia militar desde esta fortificación", apunta Francisco Herves.
Las futuras actuaciones en esta ciudadela con siglos de historia dependen de los políticos, una vez que evalúen los resultados de esta campaña. Los arqueólogos tendrán que redactar un informe que será presentado por el arquitecto del proyecto a los responsables de Patrimonio de la Xunta, que ha financiado el 30% del presupuesto junto con el Ayuntamiento de Catoira. "Queda mucho por hacer y las expectativas son inmejorables, pero nosotros no tenemos la última palabra", añade Herves.
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