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Crítica:EL PERFECTO ANFITRIÓN | Cine
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Golpes de efecto a la hora de la cena

El circuito de festivales, especialmente en la era pos-Sundance, suele generar nuevas especies adaptadas al medio: pequeñas películas independientes que deciden invertir antes en el ingenio que en la posibilidad del genio, diseñadas para proporcionar al público del certamen ese temporal alivio entre propuestas o más exigentes o más extenuantes. Suelen ser trabajos que esgrimen como su principal argumento de venta la modestia, su carácter casi artesanal y, con frecuencia, la conmovedora precariedad de sus planteamientos de producción. Apuestan por el relato, por la historia y, si incluyen giros inesperados, finales sorpresa o golpes de efecto estructurales, tanto mejor. En este último aspecto revelan su problemático sustrato conservador: son el masaje con final feliz que un cine populista, infiltrado en el circuito de festivales, le proporciona al espectador cansado para sugerirle que, quizá, la vida está en otro sitio. Son películas que suelen llevarse el premio del público. Corren el riesgo de ser olvidadas a pocos minutos de ser leído el palmarés.

EL PERFECTO ANFITRIÓN

Dirección: Nick Tomnay.

Intérpretes: David Hyde Pierce, Clayne Crawford, Nathaniel Parker, Helen Reddy, Megahn Perry, Joseph Will.

Género: thriller. EE UU, 2010.

Duración: 93 minutos.

Sigue la exigencia de proporcionar un giro radical de guion cada 15 minutos
Es el camino más corto para cogerle tirria a un notable: David Hyde Pierce

El perfecto anfitrión, que vio la luz en Sundance, ha recorrido certámenes como los de Sitges y el Fantasía de Montreal y recibió el premio del público en el Festival de Ámsterdam, responde al paradigma punto por punto. Opera prima, del estadounidense Nick Tomnay, fue rodada en tan solo 17 días en Los Ángeles, contando con un actor tan magnético como David Hyde Pierce -Niles Crane en la serie Frasier- en cabeza de cartel.

La película de Tomnay sigue la exigencia matemática de proporcionar un giro radical de guion cada 15 minutos. La premisa es económica, casi teatral: un fugitivo irrumpe en la casa de un tipo que está preparando una cena para sus amigos. A partir de ahí, con el recuerdo de La huella -la película de Mankiewicz a partir de la obra teatral de Anthony Shaffer- sobrevolando un psicodrama fotografiado con luz legañosa, nada será lo que parece. El perfecto anfitrión no está a la altura de su referente y sacrifica la verosimilitud en su clara apuesta por el asombro. Tomnay parece haber construido una pieza de cámara para el lucimiento de David Hyde Pierce, que desata todo el potencial inquietante de su gestualidad neurótica: la película es el camino más corto para acabar cogiéndole algo de tirria a un actor notable, pero sería injusto no mencionar que la pirotecnia narrativa desplegada por el director debutante logra, por lo menos, mantener viva la atención.

David Hyde Pierce y Annie Campbell, en  <i>El perfecto anfitrión.</i>
David Hyde Pierce y Annie Campbell, en El perfecto anfitrión.

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