Años de impostura y engaño. La diplomacia nuclear en tiempos difíciles

Ensayo. Escrito en primera persona, Años de impostura y engaño parece casi más una novela de caballerías en la que el protagonista no es consciente de los enemigos que tiene enfrente y como Don Quijote toma una y otra vez la lanza de los principios fundacionales del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) para estrellarse en los muros del poder. Mohamed el Baradei dirigió el OIEA entre 1997 y 2009, uno de los periodos más agitados de esta agencia de Naciones Unidas creada para impedir la proliferación de armas nucleares y en el que Pakistán, India y Corea del Norte se colaron sin invitación en el selecto club atómico, que hasta entonces solo integraban los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia. Su libro es el relato a veces mordaz, a veces amargo, y sobre todo animado y naíf de esos años en que le tocó bregar con cientos de jefes de Estado y de Gobierno, desde el lunático "querido líder" norcoreano Kim Jong-il a un George Bush empeñado en la "vergüenza" de invadir Irak. Pese a que el "OIEA mostró públicamente que algunos documentos de gran importancia presentados por los servicios de inteligencia -y que, supuestamente, vinculaban a Sadam Husein con tentativas de comprar uranio en Níger- eran falsificaciones". Inasequible al desaliento, aunque trató en vano con todas sus fuerzas de impedir la guerra de Irak, El Baradei se presenta como un mediador ecuánime que pretende que en la balanza de la diplomacia internacional no pese ni la política ni el poder. Esto le genera una continua lluvia de críticas por parte de los halcones de esos círculos, como la que recoge del exembajador de EE UU ante la ONU John Bolton: "La idea de que Israel o Estados Unidos pondrán su seguridad nacional en manos del OIEA es delirante". En realidad, podría decirse que la gestión de El Baradei fue en la práctica casi un fracaso. Le ningunearon todos desde Mahmud Ahmadineyad a Bachar el Asad, pasando por Ariel Sharon y Tony Blair. Pero él sostiene que si el OIEA no consigue frenar la creciente nuclearización del mundo es debido "al doble rasero y la doble moral" que emana del mismo Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cuyos cinco miembros permanentes no abordan de forma "coherente" el compromiso de desarme nuclear. Por el contrario, dice, "la mayoría han modernizado sus arsenales y siguen desarrollando nuevos tipos de armas". Tal vez la única consolación a su quijotismo fue el Premio Nobel de la Paz que obtuvo en 2005. De nacionalidad egipcia, El Baradei volvió a El Cairo al iniciarse la Revolución de Tahrir a la que se sumó y tras la que se declaró candidato a las elecciones presidenciales de septiembre próximo.