_
_
_
_
OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El fracaso

Juan Cruz

El PP ha vencido al PSOE. Ese es el titular. Lo ha arrasado. Lo ha hundido en la miseria. ¿Se levantará?

En su libro de retratos, nuestro admirado Gay Talese, que visitó esta columna el domingo pasado, recoge algo que le dijo el fracasado boxeador Floyd Patterson. No hay nada mejor que asomarse al fracaso para saber qué cosa es la realidad.

Revisando un viejo libro sobre el peso de la fama, en el que hay entrevistas con ilustres personajes exitosos, descubrí una respuesta de Jorge Valdano, a quien acaban de despedir del Real Madrid, que me pareció como un aviso eterno. Dijo el excelente deportista, exjugador, exentrenador y ahora ex en espera de mejor destino:

-Creo que el éxito te hace un 30% más estúpido, y el fracaso te ayuda a pensar quién eres, en qué fallaste. Entre la vanidad y la estupidez hay una distancia muy fácil de saltar.

Así que en este momento los fracasos y los éxitos están bien delimitados en la política; y debo decir que el éxito no ha envanecido al PP, pero el fracaso todavía no ha arrojado luz sobre el entendimiento de los socialistas. ¿Vendrá?

De momento, quedémonos con la enseñanza de Valdano, que ha sido defenestrado por el poder de la vanidad de otro. El fracaso, en efecto, te pone pie a tierra, te llena de lodo, te hace mirar a los lados con perplejidad en busca de ayuda o de acomodo.

El fracaso en política se parece al fracaso en la vida. Una vez le hice una entrevista a Trinidad Jiménez, ahora ministra pero entonces recién derrotada en unas elecciones locales madrileñas. Por la cara de aquella mujer había cruzado un obús de tristeza, y su apariencia era de una palidez inquietante. Como si el fracaso le hubiera producido miedo, además de abismo.

Después de la derrota, el paisaje corporal de Zapatero producía la misma inquietud. Vargas Llosa tiene un texto sobre los gordos de Botero. Según él, cuando uno ve a alguien que ha enflaquecido de pronto, y antes fue grueso, uno siente que algo ha pasado por el alma de ese ciudadano.

Pues el rostro de Zapatero, de natural risueño y relajado, afectuoso y atento, había cruzado una marejada. El fracaso tiene un ángulo de dignidad que solo aprecian las personas nobles, y muchas personas nobles que lo vieron dijeron que había actuado como debía actuar. ¿Y después? Depende de él. El fracaso solo le enseña a saber quién es, en qué ha fallado.

Las elecciones tienen la virtud de estallar como un manotazo anónimo, que te deja noqueado, como Sonny Liston noqueó a Patterson. Ahora Zapatero (el PSOE) está en la lona, pensando. Demasiado revuelo para que el pensamiento sea puro, me parece.

Pero es lo que corresponde: mirar desde la lona. Después de unos años de sueño en el éxito, el despertar tiene el aire caótico de las tormentas. Lo peor debe de ser la cantidad de gente que ahora dice que ya lo sabía y que le ofrece la espalda a Zapatero, después de haberlo bañado con el agua dulce del triunfo, mientras mandó.

Kipling aconsejaba mirar (desde la lona o desde la luna) de la misma manera a los dos impostores, el fracaso y el éxito. Al PSOE le toca leer para ordenarse. Ahí tiene la feria, está llena de libros. -

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_