Los egipcios hacen cuentas
Si hay algo que los egipcios tienen es imaginación y una disposición innata para improvisar. Pero entre sus muchas bondades está, por encima de todo, su asombrosa capacidad de hacer negocios. No hablo del regateo inherente a cualquier transacción (comprar un piso, ir al mercado... todo está sujeto a la ley del tira y afloja), sino de su olfato para el lucro a pequeña escala. Y si a esas virtudes se les añade en un cóctel explosivo la revolución que derrocó al presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, surgirán infinidad de nuevas formas de afrontar la actual situación de precariedad económica.
¿Que desaparecen los turistas (11,5% de los ingresos públicos del país, 11.000 millones de dólares) y no hay a quién venderles momias y sarcófagos de resina? La industria se pone manos a la obra para adecuarse a la demanda: pines, pegatinas, gorras, banderas... todo aludiendo al día que empezó la revuelta, el 25 de enero. Al fin y al cabo, los intrépidos guiris que ya empiezan a serpentear por El Cairo quieren regresar a sus hogares con un souvenir revolucionario. También los guías turísticos podrán llevarles ahora por los vericuetos de la plaza de la Liberación: "Aquí los pro-Mubarak, allá los revolucionarios, allí los francotiradores...".
El sector turístico se reinventa promocionando la revolución
Los tribunales tratan de recuperar el dinero perdido en la corrupción
"Libertad, igualdad...", palabras que aparecen juntas por vez primera en camisetas. Y justicia. Una palabra que en el caso de la economía egipcia es la clave de todo. No solo porque gran parte de los dirigentes del Gobierno de Mubarak estén entre rejas, incluidos los dos hijos del líder, sino porque la mayoría lo están acusados de corrupción. Los tribunales andan ocupados estos días con las demandas que piden que empresas públicas vendidas a países extranjeros por precios menores a su coste real sean nacionalizadas.
Un aparte merece en las tertulias de café "el asunto del gas". Ese "asunto" se refiere a los contratos por el hidrocarburo que Israel obtenía también por un precio muy inferior al de mercado. Ahora el viejo rais deberá responder de la acusación de haber perjudicado los intereses nacionales por valor de más de 714 millones de dólares, según el fiscal que investiga el caso. La revisión de los acuerdos con su vecino podría traducirse en un alza de los ingresos estimada entre 3.000 y 4.000 millones de dólares, según el primer ministro, Essam Sharaf. Esta semana se ha sabido también que Mubarak tiene en Suiza más de 320 millones de euros.
El pasado Primero de Mayo, los trabajadores se manifestaron de nuevo en Tahrir, corazón de la revuelta, para pedir que el salario base suba de 400 libras egipcias a 1.200, es decir, de 50 a 150 euros mensuales. Y los jóvenes, con una tasa de paro del 9,7%, han tenido que reinventarse. Hace unos meses no era difícil charlar en inglés, español, alemán o coreano con un filólogo o un ingeniero que te ofrecía sus baratijas en el zoco de la ciudad. Ahora es posible hacerlo en Tahrir, donde ofrecen su mercancía revolucionaria mientras cuentan sin perder la sonrisa cómo los excesos del régimen han adelgazado hasta la anorexia sus perspectivas de futuro.
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