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Tentaciones
Reportaje:MÚSICA

El ruido y la casete

"Esto trata de la lenta conformación de la expectación y la tensión como verdadero objeto de deseo por encima del resultado final. Una cascada de sonido tal como la verían y escucharían aves carroñeras a kilómetros de distancia". De este modo se presenta la casete Work/Death, de The Aproach, en la web del sello especializado en noise Chondritic Sound. Debido a la laxitud de los límites que definen el concepto noise, la capacidad del género para regenerarse sin la necesidad de jamás repetirse parece infinita. Después de todo, cualquier sonido mal interpretado y suficientemente ofensivo con respecto a cualquiera de las leyes de la tonalidad y la armonía podría definirse como noise. Pero a finales del año pasado, un artículo en la revista The Wire cuestionaba la relevancia de muchos de los artistas actuales, demasiado ensimismados en su universo propio e incapaces de provocar la náusea en el sistema, de forzar verdades incómodas y de enfrentarse a la realidad. La intrascendencia del nicho. Treinta años después del surgimiento de Laibach y Einstürzende Neubauten, llegaba el momento de un cambio de paradigma, antes de que la escena se convirtiera definitivamente en un cliché. "La primera generación del noise afirmaba estar luchando la guerra de la información. Bien, esa guerra ha terminado y el underground la perdió. Ya es hora de que los artistas de nueva generación hallen nuevas estrategias para comunicar las verdades desagradables", concluía la pieza firmada por Chris Bohn.

"Es hora de hallar nuevas estrategias para comunicar verdades desagradables"

Unos meses después se hacía evidente en el seno de la comunidad una tendencia que llevaba tiempo larvada. Se trataba de la casete encontrada. Artistas del género presentaban cintas descubiertas en mercadillos y ventas de particulares. Jon Borges, de Pedestrian Deposit, anunciaba las Turkey tapes (Cintas pavo), una grabación que contenía 30 minutos de sonidos emitidos por 200 pavos en una granja. Jason Zeh publicaba en su propio sello Talk to your kid (Habla con tu niño), en la que se podía oír a una pareja hacer carantoñas a su recién nacido. La degradación de la casete provocaba un efecto harto peculiar, cercano al poltergeist, y despertaba la mayor inquietud por el futuro del chaval.

Mientras, el sello Ming continuaba con sus Found series, colección dedicada a las cintas encontradas. En su catálogo se hallan perlas como una colección de interpretaciones a piano de himnos religiosos, trufados con anécdotas personales del autor. También diarios personales grabados por jóvenes adolescentes que dedican su cancionero a la bondad de la familia; combos improvisados que versionan clásicos de Mötley Crüe; médicos discutiendo la extirpación de un quiste en el pecho de una mujer, según sus palabras, "obesa y con los pechos caídos"; o un anciano neoyorquino que empieza grabando partes meteorológicos, pero se va, poco a poco, avinagrando y termina llamando a Ronald Reagan "lamecoños de triple labio".

Todo esto puede parecer otro inane entretenimiento, basado en una nostalgia del voyeurismo offline, la ironía posmoderna y demás afecciones de la era del exceso de tiempo libre, pero uno jamás debe subestimar la capacidad discursiva del noise. Si Jason Yeldham se atreve a explicar el conflicto libanés con ruidos creados a través de un trozo de cristal que halló en la terminal de taxis de Beirut en su célebre single de 7" Live in Beirut, seguro que aparece alguien que dote de contenido a la cinta encontrada.

"La muestra Found Tapes la presento como el canto de sirena de la decadente comunicación de masas". Voilá! Así es como muestra el neerlandés Harold Schellix su proyecto alrededor de las cintas encontradas, presentado en el Shift Electronic Festival de Basilea. Un collage sonoro de 13 horas y media de duración conformado por 706 cintas descubiertas por el autor. Se divide en 119 documentos sonoros que se pueden descargar gratuitamente. El proyecto crece con cada hallazgo, y así las últimas adiciones incluyen las grabaciones del contestador automático de Roy y Bianca, una pareja de Maastricht, el ensayo de una banda amateur de rock francesa y el Tubular bells de Mike Oldfield, todo un clásico del universo casete. Si todo ruido puede ser noise, toda anécdota puede ser discurso.

<b>La casete no ha muerto. </b>
La casete no ha muerto.

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