Un Lorca valleinclanesco
Hay un nuevo montaje de La casa de Bernarda Alba, por cuya protagonista han desfilado en las últimas décadas Berta Riaza, Glenda Jackson, Núria Espert, María Jesús Valdés, Margarita Lozano..., todas bajo la batuta de directores de primer nivel internacional bregando con las palabras de Federico García Lorca.
Que se haya puesto en pie no es lo meritorio; los clásicos, a fin de cuentas, están para revisarlos una y mil veces desde diferentes miradas e intenciones. Lo meritorio es que el montaje de la rusa afincada en Madrid Irina Kouberskaya y de Hugo Pérez es felizmente sorprendente y ha sido abordado con pocos medios, en la pequeña y exquisita (en su programación) sala Tribueñe.
Todo un hallazgo casar, en un matrimonio por amor, a Lorca con Valle-Inclán, a Federico con Paco de la Zaranda, a Bernarda con la España franquista, a las Benavides con las criaturas kantorianas, y para celebrarlo transitar por músicas e imágenes que nos retrotraen a la España profunda, la misma en la que sucedieron estos hechos que recreó el poeta.
Estos hechos que, desde una gran imaginación y con una sólida dramaturgia, recrean un grupo de magníficas actrices moviéndose brillantemente entre sugerentes simbologías esperpénticas y múltiples lecturas que llevan al espectador a paisajes inesperados de la mano del poeta, al que se le ha respetado íntegramente todo el texto original.
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