El Betis se da un enorme gustazo

Es tan grande el fútbol que su catálogo de matices se antoja infinito. En el fondo, y valga el tópico, un juego de 11 contra 11 en el que todo puede pasar. No iba el Betis a poner en peligro una eliminatoria más que ganada por el Barcelona, pero, con el Benito Villamarín convertido en una fiesta, se dio el gustazo de meterle dos goles en siete minutos al mejor equipo del mundo y de provocar situaciones sonrojantes en la perfecta máquina azulgrana. Hasta Messi falló un penalti. Pocos podían esperar un inicio tan arrebatador del Betis. No todos: en el banquillo del Barça manda un auténtico hombre de fútbol, Pep Guardiola, que ya avisó de lo que le podía ocurrir a su equipo si no encaraba el partido con la seriedad y la concentración necesarias.

Aunque mejoró en actitud en la segunda mitad, con el Betis desfondado, el Barça no pudo impedir una derrota que mancha su impecable historial en la actual temporada. Después de 28 partidos oficiales invicto, dobló las rodillas, algo que alimenta la aureola del Betis, un líder de Segunda que está batiendo registros y que enfila el regreso a la máxima categoría si no ocurre una debacle de ahora a final de temporada. Soñó el equipo andaluz con la remontada, pero ni el más loco de los béticos sentía realmente como propio lo que habría sido un hito de dimensiones estratosféricas. Gozó el Betis ante el Barça, lo que, de por sí, ya es algo grande.

Guardiola, que, con un 5-0 a favor, colocó en el once a Piqué, Xavi y Messi, no podía disimular su insatisfacción ante el buen juego del Betis, alimentado por la desidia de unos jugadores campeones que prestaron poca atención a un duelo tan decantado por lo ocurrido en el Camp Nou. Mientras el Barça sesteaba, el Betis volaba con los goles de Jorge Molina, las internadas del rápido Ezequiel o la clarividencia de Salva Sevilla. Jugadores de Segunda que disfrutaron de sus minutos de gloria y, de paso, alimentaron el orgullo de una afición que, a lo largo de su historia, ha visto varias veces al Barça salir con el rabo entre las patas del Villamarín.

Con el 2-0 en siete minutos en contra, el Barça decidió que la broma no podía ir a más. Bueno, Messi. Para el argentino, no hay nunca tregua, ni rival pequeño ni piedad. Por eso es el mejor jugador del mundo. No fue el Barça el equipo apabullante que destroza a sus rivales, pero, al menos, Messi, con su gol, colocaba la remontada a la altura de un milagro futbolístico.

Eso sí, en un cuerpo a cuerpo valiente, actuando sin complejos, como en la ida, el Betis disfrutó en una primera parte de ensueño.