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SERGIO BATISTA | Entrenador de Argentina | Argentina-España

El reto de volver a la tierra

Sergio Batista es consciente de su condición de interino, pero se rige por fuertes convicciones que le animan a trabajar con la ilusión de tener continuidad más allá de la serie de amistosos que el cuadro albiceleste disputará hasta diciembre. Ese es el plazo que la Asociación del Fútbol Argentino se ha dado para designar el relevo definitivo de Diego Armando Maradona tras la debacle de Sudáfrica. Sabella, Russo, Gallego, Ramón Díaz... La lista de técnicos que se postulan como sucesores crece cada semana. La afición, mientras, emite suspiros de nostalgia admirando el fútbol de España. Argentina siente su identidad futbolística expoliada en cada toque, en cada pared de Xavi con Iniesta. Y la sensibilidad de Batista apunta a la ambición de volver a las fuentes, de cambiar la mentalidad desde el fútbol base para que la selección que dirige pueda volver a reconocerse en su rica historia. Como sentencia César Luis Menotti: "Lo único que se debe exigir es tener memoria".

Todo es posible bajo el arbitrario carácter de Julio Grondona, después de 31 años al frente de la AFA. Ahora, Grondona afirma que "tiene que haber dificultades muy grandes para que Batista no siga como seleccionador". Le avala su complicidad con la hornada de jugadores que representan el futuro inmediato de la selección. Con muchos de ellos triunfó en los Juegos de Pekín colgándose el oro. En los últimos días ha sentido el cálido apoyo de Messi: "Nosotros no lo vemos como interino. Ojalá se quede", declaró La Pulga.

Un año antes de que Messi naciera, Sergio Checho Batista (Buenos Aires, 1962) había levantado la Copa del Mundo. Su hoja de servicios incluye 39 partidos y dos Mundiales. Era un volante de gran ubicación, lento de piernas y rápido de mente. Un cinco, esa figura de referencia en el imaginario colectivo del fútbol argentino que pone la casa en orden a través del toque, la pausa, el criterio en la distribución y el carácter en la pierna fuerte. Un miembro de pleno derecho de la egregia estirpe de Pipo Rossi, Merlo, Rattín, Telch, Gallego, Marangoni o Redondo.

Surgido del flamante semillero de Argentinos Juniors, Batista brilló en la edad de oro del club de la Paternal a mediados de los ochenta, cuando conquistó el campeonato argentino de 1984 y la Copa Libertadores del 85. El Checho también jugó en River y en Nueva Chicago, antes del declive. Y algunos episodios de su carrera marcan su personalidad.

Durante un partido contra Independiente sufrió un traumatismo craneal tras un choque con Monzón. Padeció dos paros respiratorios camino del hospital, y el doctor Avanzi le salvó la vida en una ambulancia en la que logró meterse Bilardo, hoy su jefe directo como coordinador de la selección. Una anécdota en comparación con la espiral autodestructiva de la drogadicción en la que Batista se vio inmerso tras la muerte de su padre. Su hija de diez años, diciéndole "Papá, despertá", fue el revulsivo que le hizo reaccionar y salir del abismo. Se marchó a Japón para cortar con su adicción jugando en el Tosu Futures, de Segunda. Cerró su carrera en el modesto All Boys en 1999 y rápidamente se convirtió en técnico de Bella Vista de Uruguay, Argentinos Juniors, Talleres, Nueva Chicago, Godoy Cruz... Hasta que en 2008 llegó la oferta de la AFA.

Preocupado por las graves carencias y el erróneo enfoque que detecta en la fase formativa de los jóvenes, se ha mostrado fiel al ideario más clásico del fútbol argentino: "La intención es primero jugar, y después correr". Ha dejado recados de ánimo a Maradona que no han recibido respuesta. No se le pone al teléfono. Ahora quiere tomar el relevo de su antiguo compañero en la selección. Aquel al que Batista gritaba como un poseso:"¡Sos un marciano!", celebrando su celebérrimo segundo gol a Inglaterra en México 1986. Es hora de que Argentina regrese a la tierra.

Sergio Batista.
Sergio Batista.AFP

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