Dénia inmortaliza sus epopeyas naúticas y naufragios marinos
Dénia podrá inmortalizar sus epopeyas náuticas del siglo XIX, acaecidas en una era en la que la burguesía local fletaba goletas y fragatas que zarpaban rumbo a todos los puertos del Mediterráneo y del Atlántico y en la que se produjeron naufragios que aún perviven en la memoria colectiva de la ciudad. Durante 10 años, el museo local será depositario de nueve maquetas navales de notables dimensiones realizadas por Pau Ribé (Barcelona, 1922), que reproducen algunas de las embarcaciones que protagonizaron aquella época que figura en los anales de la historia.
Ribé, uno de los artesanos más importantes del país, fallecido en enero, se dedicó durante casi 50 años al estudio arqueológico subacuático y a reproducir a escala buques rescatados del mar de todas las épocas históricas. Ahora, su hijo, Jordi Ribé, ha distribuido el legado de su padre entre varios museos, la mayoría ubicados en la costa catalana, como el Arqueológico de Cataluña en Barcelona o el Museo de Sitges. Pero el notable pasado marinero de Dénia ha merecido que nueve piezas de la obra de Ribé acaben en los centros museísticos de la ciudad.
"Estas maquetas tienen un enorme interés didáctico", dice un arqueólogo
Tres de las maquetas, las de la corbeta Sebastián Gumá, la goleta Tho-pa-ga y la goleta-polacra Maria Assumpta, reproducen los navíos que a partir de 1860 desafiaron con sus velas temporales y millas náuticas para transportar la uva pasa hacia Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá o Francia desde el puerto de Dénia, dotando a la ciudad de una coyuntura de prosperidad y de un clima de animado trasiego de embarcaciones y forasteros que se prolongaría durante décadas.
Según el arqueólogo dianense Josep Antoni Gisbert, quien gestionó con Ribé hijo el depósito, "estas maquetas tienen un interés didáctico enorme debido a que permitirán al público visualizar a escala los rasgos náuticos de estos veleros que surcaban los mares antes de que se impusieran los buques a vapor". Muchos de ellos están ligados a las familias comerciales más tradicionales y adineradas de Dénia, que ejercieron durante años de armadores y que se transmitieron esa herencia de padres a hijos hasta la actualidad.
Otra de las maquetas, que reproduce una fragata de 74 cañones, alude a una época anterior: aproximadamente 18 de esos navíos de guerra fueron construidos por las monarquías de Carlos III y Carlos IV entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, ya en pleno periodo de las guerras napoleónicas. La mayoría resultaron hundidos o apresados por los ingleses en la batalla de Trafalgar, finiquitando así el poderío español sobre los mares.
No obstante, uno de ellos ni siquiera llegó a aquella contienda: la fragata Guadalupe se hundió frente a las costas de Les Rotes de Dénia en 1799. Asediada desde hacía días por dos navíos de guerra ingleses, la Guadalupe cometió el error de acercarse demasiado a la costa hasta destrozarse contra las rocas. Murieron 107 tripulantes y otros 40 desaparecieron. Dénia aún evoca la leyenda de aquel naufragio y es famosa una copla sobre la catástrofe que dice: "La fragata Guadalupe/lleva mucha fantasía/y al cabo de San Antonio/misericordia pedía".
El resto de las maquetas donadas por la familia Ribé evocan galeotes españoles del siglo XVI, buques tradicionales de los canales holandeses, bajeles dedicados a la piratería y el corso o faluchos utilizados para desembarcar almirantes de los grandes navíos de guerra durante los siglos XVII y XVIII.
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