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Columna
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Carlos

El Canal + francés logró colocar en el pasado Festival de Cine de Cannes su serie Carlos. Recorre la vida profesional de Illich Ramírez Sánchez, terrorista internacional, y sus tres episodios de 100 minutos de duración son como una película larga, donde la serialidad funciona como virtud más que como defecto. Dirigida por Olivier Assayas, un hombre de cine bien considerado por la crítica internacional, contribuye a la moda mundial del biopic, como si el consumidor necesitara un marchamo realista, que otorgara a la ficción valores de las que esta carece por sí sola. Pero la serie se abre con un sincero letrero donde se advierte de que la peripecia de Carlos está contada a partir de una extensa documentación y de la novelización de ciertos sucesos.

Carlos se transforma de joven rodeado de guitarreros latinoamericanos en París en martillo violento de principios marxistas propalestinos. El segundo episodio narra el secuestro de representantes de la OPEP en Austria a mitad de los setenta y la proyección que ese golpe y su resolución reportan al terrorista. La acción es un género invasivo y corre el peligro de convertir lo que toca en una celebración de la adrenalina. El terrorismo no escapa a esa ecuación de género y al final la audacia atrae más que cualquier análisis. Assayas se esfuerza para llegar más lejos de la epidérmica visión de Spielberg en Münich, donde terrorismo y contraterrorismo son una percha para dar suspense y tiros. El último episodio se centra en la decadencia, cuando los terroristas dejan de ser útiles para quienes los ceban y se convierten en una especie de funcionarios revenidos. Los problemas testiculares de Carlos se utilizan como metáfora del gallito que los franceses compran para dejar marchitar en una celda a perpetuidad en La Santé.

El abogado Jacques Verges cuenta en el imprescindible documental de Barbet Schroeder El abogado del terror la versión más cínica y creíble de la batalla del personaje contra Gobiernos y servicios secretos. El aura mítica y la cantidad de literatura dedicada a su aventura le han convertido en un personaje de ficción. Su existencia real es un engorro para los que especulan sobre su figura. Curiosa cumbre del biopic: aplasta a la persona bajo el peso del personaje.

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