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El viudo de la mujer quemada por menores no quiere un juicio

El fiscal seguirá investigando y pedirá una indemnización para la familia

Teodomiro Neira, el vecino de Ribadeo que el pasado día 16 perdió a su mujer, Ana Nieto, después de seis semanas de agonía ha cerrado "definitivamente" el despacho de pan y golosinas en el que ella sufrió gravísimas quemaduras, después de que unos adolescentes del colegio próximo le arrojaran una pelota de pimpón ardiendo. El viudo, de 83 años, no volverá a asomarse al mostrador para vender chucherías a los niños de "las monjas", que es como todos en aquella céntrica calle de la localidad, la rúa Carlos III, llaman al colegio del Sagrado Corazón. Y tampoco desea que los culpables sean llevados a juicio, ya que "al final, al ser menores, no van a tener ningún castigo". "Yo quisiera que no hubiera nada [en el juzgado], porque ya sé que a los que les van a hacer pagar es a los padres".

"Al final les van a hacer pagar a los padres", se lamenta el esposo de Ana
La acusación pública está ahora pendiente del informe forense

No obstante, al margen de los deseos íntimos del viudo y de que luego la familia pueda renunciar al resarcimiento, el fiscal de Menores de Lugo va a seguir adelante con la acción penal y va a pedir para los herederos de la fallecida una indemnización por daño moral y físico. La investigación del Ministerio Público sigue en marcha, ahora pendiente del informe del forense, en el que se determinará la causa verdadera de la muerte de la mujer, que ya se encontraba enferma antes de que se quemase el 40% de su cuerpo por una gamberrada adolescente.

Teodomiro Neira explica que, durante los 40 días que pasó ingresada en el hospital de A Coruña, al que fue trasladada tras el suceso, Ana, aparentemente, no sufrió porque "estuvo dormida siempre". El viudo defiende que la muerte se produjo como consecuencia de las quemaduras, que afectaron brutalmente a las piernas, "donde la piel es más frágil". Según el esposo, primero le operaron de una de las extremidades, le colocaron injertos y pareció superar bien la intervención, pero después todo se torció. Ana "no aguantó", y la última semana la especialista que la atendía "ya no daba esperanzas" a la familia.

Teodomiro Neira prefiere encerrarse en sí mismo con sus penas y olvidar, aunque a diario siga viendo pasar por la calle a los quinceañeros que encontraban diversión en lanzar pelotas de plástico en llamas para ver cómo se consumían en segundos. Lo malo es que una de estas armas arrojadizas prendió en la ropa de la señora Ana, de 79 años, con problemas de movilidad derivados de dos trombosis sucesivas que fuentes ajenas a la familia aseguran que en realidad fueron ictus. La bola de fuego desapareció al instante, pero las llamas prosperaron sobre las piernas y el pecho de la quiosquera.

El joven que lanzó la pelota se esfumó, asustado, mientras otros chicos del colegio que estaban comprando gominolas intentaban sofocar con sus cazadoras el incendio provocado sobre la señora, y el marido llegaba desde la cocina con un cubo de agua. Según el viudo, desde que tenía limitados los movimientos, a su mujer los escolares solían arrojarle objetos, bolas de papel y cosas así, para entretenerse viendo lo mucho que le costaba agacharse a recogerlos.

Desde lo ocurrido el 6 de abril en el quiosco de Ana Nieto, que llevaba casi 40 años despachando chicles y regaliz en el lugar (además de pan, porque su marido era panadero y ahora lo son sus dos hijos), la madre del quinceañero que lanzó la pelota de tenis de mesa fue a visitar a Teodomiro Neira y le ha pedido repetidas disculpas. Por su parte, el colegio de "las monjas" permanece en silencio. Declina hacer declaraciones a la prensa argumentando que el suceso tuvo lugar fuera de sus muros. La directora también se niega a explicar si al menos han mantenido una reunión didáctica con los chicos, para hacerlos conscientes del inmenso dolor que han causado en otra gente con su divertimento.

El joven que arrojó la pelota sobre el regazo de Ana Nieto y otro amigo que supuestamente intervino en la gamberrada (el juego era jaleado por algunos más) fueron detenidos aquel día y, tras declarar en la Fiscalía que sólo pretendían gastar "una broma" a los otros chicos que estaban comprando en el quiosco, quedaron en libertad. Entonces el fiscal de Menores ya dijo que el juicio iría para largo, teniendo en cuenta el tiempo que tardaría la mujer en recuperarse. Pero la quiosquera del barrio, a la que en los últimos tiempos se le había multiplicado la clientela (con la inauguración de unos cines próximos, en el bajo en el que antes tuvo el horno su esposo), se murió, y según fuentes de la Fiscalía el resultado final de la broma "no es irrelevante".

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