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"Muy habladora, mucha lengua sin cultura"

El juez instructor de los tribunales de responsabilidades políticas recababa informes de cuantos tuvieran conocimiento de la conducta de los encausados: la Guardia Civil, los alcaldes, los falangistas y los curas. Fernando Martínez señala que estos partes de las autoridades constituyen una "fuente riquísima" para estudiar el papel que jugaron las fuerzas vivas de "la España liberada" en la maquinaria represiva. Casi siempre eran coincidentes y se puede hablar de un patrón ideológico y un lenguaje común. Insisten en el pasado marxista y en los actos delictivos contra las iglesias e imágenes de santos. "Rojo", "elemento peligroso", "extremista", "cometió atropellos y desmanes", "criminal", "incendiario", "devastador de templos" son los calificativos más frecuentes. Si había exculpación, los atenuantes eran similares, pero a la inversa: "persona de orden" y de "profundos ideales religiosos".

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La Iglesia española se comportó como el resto de las autoridades, si bien hay casos aislados de párrocos que mostraron alguna reticencia a informar. Como el régimen, la jerarquía católica nunca tuvo voluntad de reconciliación. No se concebía otra estrategia que no pasara por la aniquilación absoluta del enemigo. Se puede hablar de resentimiento y venganza por el anticlericalismo y la secularización de la sociedad en los años de la República. "Si tomamos como referencia sus informes inculpatorios nos solemos encontrar por término medio juicios como 'rojo, autor de crímenes de todo tipo, incluso destrucción de la Iglesia", dice el catedrático. El sentimiento de revancha aparece en afirmaciones como "canalla, criminal incendiario".

Franco dejó en manos de la Iglesia la regencia de los principios morales, que asumieron las otras autoridades en todos sus términos. Resulta muy palpable en las referencias que llegan a los tribunales sobre las mujeres, a las que se les aplica con fruición la doctrina del modelo femenino de los vencedores (pasiva socialmente, sumisa, virtuosa ama de casa entregada a la maternidad), en las antípodas del transgresor que comenzó a emerger en la República. Se habla de "moral dudosa" de la "sujeta" o "individua". Su delito no era sólo la militancia o simpatía política, se sumaban otros rasgos, como comentarios o el aliento a la rebelión: "Es muy habladora", "mucha lengua sin cultura", "habladora sin saber lo que decía", "entusiasta comunista de malos instintos".

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