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Crítica:Crisis en el Madrid
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Qué poca memoria!

José Sámano

"De donde me voy no vuelvo"; "a los jugadores les decimos demasiadas veces que son los mejores del mundo y no he sabido educarles en el sacrificio y el esfuerzo"; "cambiados los entrenadores, sólo queda que se vaya el presidente". Volvió, de nuevo presumió de fichar a los más grandes y puede que esté cerca de despedir a su séptimo entrenador y envidar por el que es su quinto director deportivo desde su reelección en 2004. Ocurre que ahora el crucigrama es mucho más complejo, porque Florentino Pérez no sólo es rehén de su discurso dimisionario e inoportuno del 27 de febrero de 2006, sino que en su regreso asumió públicamente el error de su imprevisible renuncia. Visto el devenir del equipo y su pachanguero paso por Alcorcón, parece que sea la única rectificación de un presidente que ayer disertaba en Alicante sobre "Modelo de gestión del Real Madrid". Mucho tiene que decir al respecto quien ha capitalizado sin tachas una impecable administración económica y patrimonial de una institución que iba a la deriva, antes de su primera elección y el pasado mes de junio. Otra cosa es que la grandilocuencia de su mercantilismo sin fronteras haya estado acorde con la eficacia deportiva.

En el campo las cuentas a veces no cuadran. No basta con presupuestar 250 millones en fichajes
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El fútbol, como otros deportes, tiene sus propias teclas, por pleistocenas que le parezcan a algunos gurús de las finanzas, y no siempre es cuestión de chequera. En el campo las cuentas a veces no cuadran. No basta con presupuestar 250 millones en fichajes. Florentino Pérez lo pudo comprobar en su segundo mandato. De alguna forma, el modelo que propone lleva implícito un mensaje subliminal que, ahora como entonces, parece haber calado sin remedio: como están los mejores, victoria segura; como están los mejores, qué importa quién entrene; como están los mejores, qué más da si faltan piezas para el mecano; y como están los mejores, el talento se impondrá donde no alcance el voluntarismo, la entrega. En Alcorcón, el fútbol volvió a desmentir al presidente. Como ya sucedió, no frente al enérgico Sevilla, sino ante el asilo de un Milan de la cuarta edad y el juvenil entusiasmo del Sporting.

El Madrid vuelve a ser víctima de su propaganda. Hay tal apelotonamiento de solistas que no sólo falta coro, sino que aquellos no se encuentran frente al espejo. Mientras tanto, los mejores son los de casi siempre (Casillas y Raúl), se amotina un clásico de los enredos (Guti) y el técnico de turno lo mismo retrasa una sesión de entrenamiento por una feria de audis como luego impone unos ejercicios espirituales antes de cruzar la M-30 hacia Alcorcón. Eso sí, coartadas, todas. Unas cuantas goleadas contra algunos equipos palmeros y se puso el acento de la excelencia en los marcadores. El juego dejó de ser objeto de debate. La excusa rutinaria: falta tiempo. Mientras en Barcelona su entrenador expresaba en público su disgusto por el mal juego con el que se goleó al Atlético, en Chamartín nada de autocrítica, los goles como maquillaje, como blindaje ante una prensa en la diana, como si la grandeza del Real Madrid no obligara la máxima exigencia. Si algo evidenció el bochornoso tránsito por Alcorcón es que, incluso, la crítica hasta había sido indulgente. El daño provocado siempre será muy superior a cualquier heroicidad que se quiera vender en caso de remontada ante un Segunda B. El futuro del Madrid no puede depender de falsas gestas, ni de la recuperación del jugador más caro del planeta, ni del toque absentista que quizá sin querer destila su entrenador, ni del talonario sin fondos del presidente. El mañana pasa por la autocrítica en todos los peldaños jerárquicos, porque las hollywoodienses presentaciones estivales no tengan más focos que una cita copera en Alcorcón, porque el dinero no quiera desmentir al viejo juego del fútbol, que se las sabe todas, y no siempre se deja comprar sus emociones. En definitiva, porque nadie tenga que calcar el discurso de aquel 27 de febrero de 2006. Tiempo hay para ello. Nada está perdido, salvo que nadie quiera mirar por el retrovisor. Con el mejor ingeniero presidencial posible, con un entrenador que se había ganado el crédito para estar en el Madrid, con un director deportivo, sabio y reflexivo, con experiencia en todas las aristas del tinglado y una plantilla con agujeros, pero deslumbrante como pocas, nada hace impensable un despegue inmediato. Eso sí, con otro discurso, con el que el propio Florentino Pérez lamentó no haber sabido inculcar en su etapa anterior. Si sostuviera que lo ha intentado en la trastienda, en Alcorcón vio el resultado.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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