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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL | Los Ángeles
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los tiempos están cambiando

Times they are a changin. Ya lo decía Bob Dylan cuando no le entendíamos. Los tiempos están cambiando. Dylan grabó el tema en vinilo en 1963, y cuatro décadas más tarde, el formato ha desaparecido. ¿Un cambio de medio o de cultura? Dado que sus canciones siguen en la brecha, sólo cambia el medio, ¿correcto? No es tan sencillo, porque si lo fuera, ¿cómo se explica que la librería de al lado de casa es ahora una tienda de saldos preparada para vender Halloween con la misma alegría con la que llegado noviembre se vestirá de Acción de Gracias y en diciembre de Navidad? ¿Que el videoclub de la esquina tampoco existe porque suena antiguo hasta el nombre de vídeo, formato fallecido tras 30 años de servicio? ¿O que la única tienda decente de discos en todo Los Ángeles sea ese mar de vinilo, CD y DVD llamado Amoeba? Los tiempos están cambiando y no hay quien se libre.

Los 'best-sellers' digitales a 10 dólares amenazan al libro tradicional
Los cines recaudan más dinero con la comida rápida que con la película

El libro intentaba sobrevivir en silencio su propia crisis. La gente no lee, o ésa era la idea hasta que Harry Potter revolucionó el mercado de los más jóvenes y los vampiros devolvieron a los adolescentes el placer de la lectura. Un resurgir que abonó su propio cambio. Porque todos somos ecológicos y además el papel es caro y pesado. De ahí el libro electrónico o e-book. De momento, en EE UU no pasan de un 1,5%, pero hubo un tiempo no muy lejano que ése fue el porcentaje de CD vendidos. Los e-books, los móviles de pantalla grande y los tablet (pantalla táctil) de gran formato están aquí para quedarse y ofrecer un soporte digital a lo que antes eran páginas que podías tocar y comprar en una librería. Los editores se están asegurando de que así sea vendiendo sus best-sellers a 10 dólares para e-book nada más salir a la calle. Precios a la baja que revientan el orden reinante, dejando obsoleto el formato de tapa dura y poniendo en peligro la edición de bolsillo más tardía y barata. Revientan los precios porque esperan ganar más. Quieren captar lectores digitales como quien ofrece una nueva droga hasta que quedan enganchados aunque para ello se hayan cargado al librero o al autor de obras no tan populares.

Lo mismo ocurre con las salas de cine, convertidas en restaurantes de comida rápida donde las paredes vibran con el sonido aturdifónico del último taquillazo. Los exhibidores saben que con las palomitas, los refrescos, los nachos, los perritos o las pizzas sacan más que con la película: noventa centavos de cada dólar en las palomitas, mientras que en la película puede que sólo se lleven el 10% de la entrada. Así que el menú dietético y cinematográfico está pensado para aquellos comprendidos entre los 17 y los 28 años, los que se dejan el dinero. Eso elimina cualquier película por debajo de los 200 millones de dólares de presupuesto y con un mínimo de guión tras los efectos especiales. Aun así, entre mayo y agosto el número de espectadores en EE UU bajó un 2,4% respecto a 2008 y un 6% si lo comparamos con 2007. Lo que nos deja con la televisión y su famosa edad dorada. Series como Los Soprano, Mad Men o Perdidos son ejemplos de la calidad. Pero ¿y la cantidad? ¿Cuántos de los que ven estas series se pueden llamar telespectadores? ¿Cuántos siguen su emisión sin recurrir al grabador digital, a la piratería o al DVD legal de temporada completa? Las audiencias han caído un 10% en un año, un millón menos de espectadores por noche en las grandes cadenas.

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