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Reportaje:Primer plano

Lehman no ha hecho daño, hasta ahora...

La banca española tiene dos grandes entidades, pero problemas en el horizonte

Íñigo de Barrón

Además de los presidentes y ejecutivos de las entidades, los directores comerciales vivieron con angustia la mañana del 15 de septiembre del año pasado. Conscientes de que habían colocado miles de millones en bonos de Lehman a sus clientes, pensaron que les llegaba un tsunami y meses de complicaciones. Así fue. Nunca ha habido cifras oficiales, pero se calcula que las inversiones relacionadas con el ángel caído de Wall Street podrían llegar a los 3.000 millones diseminadas por toda la geografía española. Las entidades implicadas, 47 según algunas fuentes, perjudicaron a miles de clientes, pero la cifra tampoco se ha podido precisar.

Lo que sí se puede afirmar es que Banif, la filial de banca privada del Santander, fue la más afectada tras la comercialización de unos 500 millones. Los abogados de los afectados no descartaron las acciones civiles y penales, por la desinformación y el inadecuado perfil de riesgo de los ahorradores, pero no se habló de estafa. No hay que olvidar que, antes de quebrar, Lehman era un banco con todas las garantías de las agencias de calificación.

El problema es que los ingresos caen y se necesita más dinero para provisiones
Las cajas están demostrando poca flexibilidad en las integraciones

Banif, al igual que Fibanc y otras entidades, compensaron parcialmente a las víctimas de Lehman. A la filial del Santander, la factura le supuso entrar en pérdidas de 40 millones. Bankinter, Citibank, BBVA, Bancaja, Altae (Caja Madrid) y el Sabadell también vendieron estos productos. Caja Laboral no los comercializó, pero compró los bonos para su balance. Restó 65 millones a su beneficio.

Como comenta Tomás Muniesa, consejero delegado de SegurCaixa Holding, "la quiebra de Lehman actuó probablemente como mero desencadenante de una crisis económica ya latente". Esa crisis, al margen de los daños directos de los bonos, se ha ido reflejando en el sector financiero español.

El balance del último año para las entidades tiene aspectos positivos y negativos. Lo más reseñable es que, en mitad de la batalla, España cuenta con dos de las entidades más solventes del mundo: Santander y BBVA. Hasta ahora, los dos grandes tienen algunos golpes en el casco (menores beneficios, Lehman y escándalo Madoff), pero sin que afecten a la estabilidad del barco. Mientras otros colegas están medio hundidos (algunos no se han ido a pique por los flotadores de los gobiernos), el BBVA y el Santander no han necesitado ayudas estatales ni inyecciones de liquidez. Pero la crisis económica afectará al negocio doméstico de los dos grandes, con una reducción del beneficio de España de un 10% aproximadamente. No obstante, la diversificación geográfica de ambos -en Estados Unidos, México, Brasil y Reino Unido- puede compensar la caída.

Otro aspecto positivo es que, por el momento, sólo ha caído una entidad, Caja Castilla La Mancha (CCM), que representa el 1% de los activos totales. Además, el Banco de España ha ganado prestigio internacional por el éxito de las provisiones anticíclicas que ahora los supervisores mundiales quieren implantar obligatoriamente a las entidades. ¿Qué hubiera pasado si las provisiones se hubieran aplicado antes? Según los cálculos de Iberian Equities, si la banca comercial (no la de inversión) norteamericana hubiera hecho provisiones anticíclicas como las españolas entre 2003 y 2007, el colchón sería de 109.000 millones de dólares. Esta cantidad es más que suficiente para cubrir los 37.000 millones de pérdidas que ha tenido esta banca comercial hasta el momento.

Pero la situación en España se está deteriorando a toda prisa y afectará a cajas y bancos. La morosidad media está cerca del 5% (se espera que llegue al 7%) y, tras ver que CCM ha confesado un ratio del 17,5% de impagados, "está claro que hay un margen legal para el maquillaje, con la compra de propiedades, alargamiento de hipotecas, etcétera", dice Joaquín Maudes, profesor del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE).

El aumento del paro y la anunciada caída de valor del sector inmobiliario, donde está el 60% de los créditos bancarios, aumentarán la mora. A la vez, el sector vive un descenso de márgenes por el hundimiento de los tipos y el menor volumen de negocio. Esta situación supone que bajarán los ingresos y subirán las necesidades de provisiones. Es la pinza maldita, que acelerará las fusiones. En las integraciones, las cajas están demostrando tener poca flexibilidad por la dependencia política y su naturaleza jurídica. También tienen menos capacidad para incrementar el capital, por lo que se encienden las alarmas del supervisor.

Con este panorama, no es extraño que el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, pidiera, el viernes pasado, que el sector afronte "su reestructuración" cuanto antes. Desde los bancos se considera positivo que se acabe con "la sobrecapacidad del sistema y con una competencia desordenada e irracional de muchas cajas que, al no tener accionistas, ganaban cuota con precios y condiciones irreales en los préstamos".

En mitad de esta crisis surgen voces que piden cambios estructurales y contables. Es cierto, como apunta Muniesa, "que las reglas de contabilización, generadas con los mejores objetivos, pueden tener efectos indeseados por lo que deben ser revisadas". El problema es que con estos cambios también se ha pedido acabar con los megabancos, los que pueden poner en riesgo el sistema económico de un país. El Santander y el BBVA pueden verse afectados por esta corriente que pretende exigir más capital en función del tamaño. Como apunta Pedro Pablo Villasante, de la AEB, "el tamaño no ha sido el factor determinante de la caída de las entidades, sino el elevado riesgo de las inversiones". Por eso, en EE UU no han caído los bancos comerciales (el mayor, Wells Fargo, vale más que Citi), sino los bancos de inversión. Los lobbys bancarios españoles trabajan para influir en la reunión del G-20 en Pittsburgh.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.
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