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Reportaje:Abierto de Estados Unidos

Una niña contra el tenis fuerza

Melanie Oudin, de 17 años y 1,67m, causa sensación al batir a Dementieva y Sharapova

Conchita Martínez, campeona de Wimbledon (1994), tiene una explicación sobre el porqué del resurgir de Kim Clijsters, de vuelta tras dos años retirada para ser madre y ayer enfrentada a la durísima prueba de Venus Williams: "Tiene mucha cabeza". La explicación de Martínez, que siempre fue una tenista sabia, de las que aprecia a las que entienden el juego como el tejido de una telaraña, sirve también para Melanie Oudin, un torbellino de fuerza concentrada. Con 17 años, 1,67 metros de estatura y zapatillas de marca -"¡qué bonitas!", le dice un agente de seguridad en el pasillo mientras ella se las enseña; "believe (cree)", puede leerse-, la tenista estadounidense ya está en los octavos de final. La número 70 mundial no entiende de clasificaciones ni excusas: con la pierna izquierda vendada ha ganado a Elena Dementieva, la cuatro, y a Maria Sharapova, ex uno, y ya se deshizo de Jelena Jankovic, la cinco, en Wimbledon. ¡Una niña imponiéndose a las reinas del tenis fuerza! ¿Cómo es posible? Con un cuerpo de culturista, golpes casi desaparecidos en el tenis femenino -Oudin se atreve con las dejadas- y el lema de las zapatillas: "Cree".

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"Necesito ser más agresivo"

"Si sigo jugando así, puedo llegar hasta lo más alto... Me he demostrado que puedo competir con las mejores", decía Oudin ante el público de la pista central, su público, ése que le grita "USA!" como si el Abierto fuera la Copa Davis; el mismo que vibra con su personalidad de acero: esta tenista está en los octavos tras remontar el set inicial perdido contra Dementieva y Sharapova. Nada más y nada menos. "Lo principal es mi mentalidad de hierro", insiste Oudin, que dejó la escuela con 12 años, empezó a estudiar en casa -homeschooling, lo llaman en Estados Unidos- y organizó toda su vida alrededor del tenis; "Si se es fuerte mentalmente, se puede ganar a cualquiera. Lucho. Siempre he sido muy competitiva, independientemente de lo que estuviera haciendo. Nunca me rindo. Me da igual el marcador".

Oudin es como un estereotipo de la gente de su tierra, Georgia. Habla un inglés mascado y sureño, mordiendo las palabras como quien muerde tabaco. Juega a las cartas con su abuela, especialmente al gin rummy. Es abierta, fresca, una tenista aún libre de las cargas de la vida viajera. Sobre todo, Oudin es una chica que cree en sí misma. Una jugadora tremenda. Que le pregunten a Nadia Petrova, la número 13. La rusa se arriesga hoy a ser la siguiente víctima ilustre de su lista.

Melanie Oudin.
Melanie Oudin.AFP

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