VEINTISIETE
Esos dos gilipollas que atraviesan las calles con una mochila a la espalda somos el hombre invisible y yo. Yo soy el más alto, claro, y el más gilipollas, de otro modo no se me habría ocurrido sacar al crío de su campamento de Bilbao, adonde lo había enviado la hortera de su vieja para aprender inglés (inglés en Bilbao, tócate los cojones). Esos dos gilipollas se dirigen a una piscina municipal que queda a seis o siete calles no porque les gusten las piscinas, las odian, sino porque hay que matar las horas y los días que quedan para que se restablezca la normalidad. No se ven con fuerzas para permanecer sentados los dos solos frente a frente o frente a la tele, que viene a ser lo mismo, durante todo el día.
Entonces sale de mi boca una frase que no he construido yo, una frase 'okupa': A lo mejor, digo, quiero ser escritor
Una vez en la piscina, se instalan en el césped, envidiando la felicidad de los otros. Los ojos del más gilipollas de los dos, o sea, los míos, se van detrás de todas las tetas, incluidas las de las tías mayores, porque este gilipollas está más salido que una mona. Entonces va el gilipollas pequeño y me pregunta que por qué no salgo con chicas. Me pienso un poco la respuesta y, vete tú a saber por qué, le digo que porque tengo problemas de relación. Ya sabes, dice él entonces, que hay tíos a los que no les gustan las tías y no pasa nada. No es mi caso, imbécil, le respondo, y nos quedamos callados, rodeados de toda aquella gente feliz, hasta que el hombre invisible ataca de nuevo. Dice ahora que él de mayor va a tener también problemas de relación con las tías porque los dos somos iguales. Y al decirlo se pone rojo, como si hubiera hecho una declaración de amor el muy marica. Yo me callo por no mandarle a la mierda y él dice ahora que cuando yo sea cocinero y tenga un restaurante propio le gustaría trabajar para mí. Me está pidiendo curro el pobre. Le digo que quién le ha dicho que voy a ser cocinero y dice que su vieja. ¿No es verdad?, pregunta angustiado. Entonces sale de mi boca una frase que, lo juro, no he construido yo, o sea, una frase okupa: A lo mejor, digo, quiero ser escritor. Pero también puedes tener un restaurante, dice el hombre invisible. Ya veremos, digo yo, y me voy a mear porque la frase que ha salido de mi boca, créetelo, me ha trastornado.
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