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Reportaje:

Empezó con unos piñones

La repoblación forestal en España se inauguró en la provincia de Pontevedra el 3 de enero de 1927

"Veo los montes repoblados y cubiertos de pinares. Veo grandes fábricas de pasta de papel y de productos derivados de la leche...". Con estas palabras, Castelao plasmaba en Sempre en Galiza sus anhelos forestales. Igual que él, tras la proclamación de la República, en 1931, también los socialistas y el recién creado Partido Galeguista coincidía en ratificar no sólo el proyecto de repoblación forestal que Daniel de la Sota acunó unos años antes desde la Diputación de Pontevedra, sino en escoger el pino del país como especie predominante, vinculando siempre la siembra con un destino industrial y económico.

El 3 de enero de 1927 se dio el pistoletazo de salida a la repoblación forestal. La ceremonia, encabezada por De la Sota y a la que no faltaron autoridades locales y provinciales, culminó con la siembra en O Morrazo de los primeros piñones -bendecidos por el canónigo de Tui- de un proceso que llevaría a la provincia a erigirse en punta de lanza de la reforestación en España. Y así arranca también La reforestación de Pontevedra. El gran proyecto de Daniel de la Sota hecho realidad,1927-1958, un recorrido por esa transformación en el que el autor, López Torre descubre los proyectos fallidos de la celulosa, el despuntar de la investigación forestal o cómo Patrimonio Forestal del Estado dejó paso, no sin polémica, al Icona. Fueron más de 27.000 las hectáreas de superficie arbolada conseguidas en ese periodo y 187 kilómetros de pistas forestales. "En Cotorredondo empezó la reforestación de España, entendida como un plan general que hoy calificaríamos de racional, equilibrado y sostenible", dice el autor.

El libro editado por la Diputación cuenta que de 1970 a 1984 ardió una provincia
En la Guerra Civil se presentó el primer proyecto de una planta de celulosa

En aquellos primeros años, cuando el roble era aún la especie predominante, el pinus pinaster se antojaba como la especie idónea para la fabricación de pasta de papel. El primer proyecto de una planta de celulosa se presentaría en plena Guerra Civil, en 1937, y la capital parecía reunir las mejores condiciones: buenas comunicaciones marítimas y terrestres, profusión de la madera más adecuada, agua en abundancia y mano de obra barata. El proyecto quedó aparcado y no se volvió a hablar de ello hasta el final de la contienda, cuando el gobierno franquista reconocería a Pontevedra su carácter pionero en la práctica forestal, explica el autor.

El libro, editado por la Diputación, también recoge anécdotas que cobran hoy relevancia; como la transformación de Santa Tegra, emblema de la reforestación, que cubrió aquel despoblado promontorio con un manto verde de miles de eucaliptos, pinos, robles o acacias.

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Capítulo aparte merecen los incendios. "El fuego es nuestro más terrible enemigo", advirtió en 1925 el ingeniero Rafael Areses, el otro puntal de este proceso con De la Sota. Entonces ya se recomendaba que los bosques se mantuvieran "limpios de brozas y malezas" y el refuerzo de la vigilancia en verano. Sin embargo, la oleada de fuegos resultó imparable. López Torre recuerda que sólo entre 1970 y 1984, se quemó en Galicia una superficie equivalente a toda la provincia de Pontevedra.

A su vez, el Centro Regional de Enseñanzas, Investigaciones y Experiencias Forestales, que el organismo provincial ubicó en la finca-palacio de Montero Ríos en Lourizán, se erigió en referente de estudios forestales. A escasos 15 kilómetros, se encontraba la Misión Biológica de Galicia que impulsó De la Sota. Los trabajos agropecuarios y las investigaciones forestales situaron a Pontevedra en la vanguardia científica europea, mereciendo incluso el reconocimiento de la FAO. El vivero de Figueirido merece también mención, incluso el dictador hizo un paréntesis en sus vacaciones en Meirás, allá por 1945, para visitarlo. Primo de Rivera ya había alabado antes las siembras.

Y mientras ese manto verde se extendía, la guinda al proyecto de De la Sota, la celulosa, sucumbía una y otra vez ante diversos factores. Entre Ponte Sampaio, frente a la Ensenada de San Simón; y el río Ulla, entre Padrón y Pontecesures, el interés de la Diputación (dispuesta incluso a crear una empresa mixta) no fue suficiente para afrontar la oposición de los aserraderos respaldados por José María Castroviejo desde las páginas de El Pueblo Gallego, o las reticencias de Patrimonio Forestal del Estado.

No será hasta 1956 cuando cuaje la Operación Lérez, bautizada así por Litoral, un bisemanario local que anuncia la llegada de dos fábricas relacionadas con el sector forestal a la ciudad. Tafisa se ubicaría en La Seca y Celulosas en una zona de dominio público, lindando con la recién inaugurada autovía de Marín. Daniel de la Sota fue nombrado presidente de honor del consejo de administración de Celulosas de España cuando tenía ya 80 años y la salud deteriorada. Su muerte poco después pone punto y final a la "epopeya" de la reforestación que narra López Torre quien, cogiendo al vuelo una invitación del historiador Ramón Villares, decidió bucear en el intenso personaje de Daniel de la Sota.

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