Nacho Vegas descubre su lado oscuro en Vigo y A Coruña
El asturiano acreditó la expresividad de sus canciones
Dentro del personaje que, encima de un escenario, es capaz de dirigirse al público en apenas un par de ocasiones ("Boas noites, muchas gracias por venir"), existe una persona que responde amable y educadamente al teléfono para contar que le gusta "mantener vivas" sus canciones, en especial, las que nacieron en los capítulos que precedieron a El manifiesto desastre (Limbo Starr, 2008), su disco más reciente: "Los temas nuevos son el eje de los conciertos que estamos dando porque todavía están frescos, pero donde hacemos hincapié es en las canciones de otros álbumes para actualizarlas y vestirlas con ropajes diferentes".
Nacho Vegas, otrora fundador de Manta Ray, la que fuera una de las bandas más importantes de la música popular española en tiempos recientes, acredita firmemente la capacidad expresiva de sus canciones, a las que confía casi todas las posibilidades comunicativas en sus encuentros con el público. Al cabo de cuatro discos en solitario y un ramillete de colaboraciones selectas con otras personalidades musicales intensas como Enrique Bunbury y Christina Rosenvinge, Vegas ha sabido desarrollar su talento como escritor para convertirse en un afinado cronista de situaciones íntimas extremas, sensibilidades en el filo, soledad y excesos, un perfil peligrosamente cercano y parecido al personaje.
Para sus muchos incondicionales, en Vigo estuvo como se esperaba
"¿Quién me habrá robado el sol? / Si es que escuchas esto estás próximo a la plaza de la Soledad". Esta declaración, en el pórtico de su concierto en el Teatro Salesianos de Vigo el pasado jueves, es elocuente. El verso es narrativo, se detiene en los detalles, sobre todo en los más espeluznantes, y destila rabia a borbotones. "A veces tardo meses en escribir una letra y después espero a que se vaya uniendo a la música y formen un todo que sólo cobra vida cuando es interpretado; en ese momento ocurre algo mágico, es una chispa".
El público vigués, que llenó el aforo, siguió con entusiasmo cada acorde y para sus muchos incondicionales, Vegas estuvo como se esperaba, en su sitio. La indagación sonora gobierna la brújula de este filólogo gijonés dueño de un universo particular sembrado de referencias librescas e influenciado por talentos singulares que, como él, son o fueron paseantes habituales del lado oscuro: la saga de los Panero, Nick Drake, Leonard Cohen, Nick Cave...
La formación escénica habitual de dos guitarras, bajo, órgano y batería, se completó con los coros del vigués Abraham Boba, su teclista, y de Nacho Mora como invitado. Vegas también dejó patente su querencia por la música tradicional asturiana.
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