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Tentaciones
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Reportaje:TELEVISIÓN

REALIDAD CONTRA TELERRELIDAD

UNA chica de Toledo, una de Las Palmas y otra de Sevilla se encontraron una noche y charlaron durante un buen rato. Ninguna sabía que la de Toledo era ciega, la de Las Palmas era un hombre y la de Sevilla no era una chica, sino dos: en otra habitación, su gemela idéntica esperaba el turno para intercambiarse con ella. Podría ser el inicio de un chiste o de un vodevil, pero pertenece a la última edición de Gran Hermano, tildado hace ocho años de experimento sociológico. A esta definición le llovieron críticas, pero tenía sentido: meter la nariz en casa ajena enloqueció a diez millones de espectadores. Durante todo este tiempo no he dejado de preguntarme qué podía ver la gente en nosotros, diez tipos tumbados en un sofá, para crear semejante fenómeno, cuenta Ismael Beiro, ganador de aquella primera edición que ahora se reemite en la TDT. Hoy, al verlo desde fuera, entiendo por qué la gente se enganchaba. Yo mismo, que lo viví, no puedo dejar de mirar.

El estreno de casi treinta formatos diferentes de telerrealidad desde entonces (de los cuales más de la mitad no sobrevivieron a una primera edición) ha hecho que la novedad se queme. De los 65 países donde se comenzó a emitir Gran Hermano en 2000, sólo se mantuvo en 17 la temporada pasada. La última edición australiana no consiguió remontar ni metiendo a Pamela Anderson en la casa. En su día, algunos alarmistas hablaron de la muerte del drama. No quiero faltar al respeto de los concursantes, escribió entonces la crítica televisiva Sheryl Longin, pero [ver estos programas] es semejante al placer que uno experimenta viendo a los gorilas en el zoo. No importa cuántas veces vea a una hembra limpiar los piojos de su cachorro, siempre consigue cautivarme. Si bien en su día el drama pudo correr peligro, es ahora la realidad la que ha demostrado andar floja. ¿Y cómo dramatizarla?

No importa el formato: sea de aprendizaje o supervivencia, la historia de superación y diferencia es la que ha contribuido a que ciertos personajes sobrevivan en la memoria colectiva muy por encima de los realities que los dieron a conocer e incluso de sus ganadores. Raquel Hernández, que sólo duró un mes en el concurso, es la concursante más recordada de las tres ediciones de Supermodelo. El programa vio que yo era el elemento discordante y lo aprovechó porque precisamente las tensiones son lo que genera audiencia, comenta la inesperada protagonista, ahora reconvertida en diseñadora con una pequeña legión de fans. Ferrán Estallés, productor ejecutivo de Factor X, que se encuentra en el proceso de casting de su segunda edición, lo compara con una película. Hay que dosificar la acción: en un reality ha de haber cosas diferentes, ¡si todos cantasen como Pavarotti no haría gracia! El truco es construir una narración en la que el espectador no sepa qué va a pasar a continuación. Pero no hay una fórmula infalible para garantizar que un programa funcione. No es un factor que podamos controlar. No buscamos gente rara a priori, corrobora por su parte Jaime Guerra, productor ejecutivo de Gran Hermano. Nunca buscamos un cura, por ejemplo, pero en la cuarta edición apareció una persona con un perfil interesante, ¡y encima era cura! Y lo mismo podemos decir de un transexual, una legionaria o unas gemelas. Pero, según un redactor del programa, hay gente que sí intenta sacar provecho de la posibilidad: Muchos participantes en los castings intentan hacerse los especiales y los freaks a propósito. Pero ya tenemos mucho rodado en estas cosas y los identificamos al instante: no nos sirven. Prueba de ello son los resultados de dos intentos por llevar el concepto freak al paroxismo: Hotel Glam, reunión de famosos de medio pelo en un hotel, hizo que en 2003 Telecinco recibiese sus críticas más duras en años, algunas incluso de la clase política. Y El castillo de las mentes prodigiosas, reunión de personajes con presuntos poderes sobrenaturales en un decorado de cartón piedra, tuvo una vida corta en Antena 3 un año más tarde.

The New York Times se preguntó hace un mes si el género había tocado fondo, analizando algunos realities que se avecinan. Exiled envía a niños mimados a zonas como los Andes o el Círculo Polar Ártico para que comprueben que en casa, como en ningún sitio. Baby borrowers presta bebés ajenos a jóvenes y adolescentes para que aprendan a cuidar de las criaturas. Hurl! ceba de comida a sus concursantes y los somete después a todo tipo de meneos para poner a prueba su capacidad de evitar el vómito. España está lejos, por ahora, de alcanzar estos extremos de telerrealidad del extranjero, pero se ha encargado de adaptar algunos de sus mejores inventos e introducir elementos polémicos en sus programas para reinventar un género que pocos años después de su creación demostró necesitar un revulsivo. Las dos últimas ediciones de Operación Triunfo, programa que en su día el Partido Popular definió como una buena muestra de los valores de educación, formación, superación y amistad que querían para los jóvenes españoles, exportaron la figura de jurado infernal que gracias a Simon Cowell había reventado los índices de audiencia en Inglaterra y Estados Unidos, aquí bajo la apariencia de Risto Mejide. Factor X, programa creado en Reino Unido por el propio Cowell, se adaptó a España trasladando sus célebres y humillantes procesos de casting. La estrella de la primera edición fue alguien que ni siquiera llegó a entrar en el programa: Silvia Padilla, valenciana que cautivó al público con Ponte el cinturón, tema sobre seguridad vial que se movía entre la canción educativa y la paranoia. Su encanto radicaba en que estaba convencida de que lo que hacía era realmente bueno, y eso la hacía de lo más natural, cuenta Manuel Aguilera, ex director de programas de Grundy, productora de Factor X y Tienes talento. En la búsqueda de un buen artista te encuentras de todo, historias que te hacen reír y llorar. En Tienes talento apareció un ejecutivo en paro con traje y con maletín que se puso a hacer pasos de kárate. Nos pareció una historia tan dura que decidimos no emitirla.

Cuando se acerca septiembre, los seguidores de Gran Hermano están expectantes preguntándose qué más difícil todavía preparan sus responsables. Y Operación Triunfo, lejos de demostrar valores de amistad y superación en su última edición, ha dado más minutos de emisión que nunca a las broncas entre alumnos, jurado y profesores. Y ha visto cómo, por primera vez en su historia, dos de sus concursantes aparecían desnudas en la portada de la revista Interviú antes de que acabase el programa. Estallés, de Factor X, tiene una teoría sencilla para todo esto: Este tipo de programas no son más que una metáfora de la vida: hay gente que no te explicas cómo acaba triunfando y cayendo bien mientras otros, mucho mejor preparados, no lo logran. Unos triunfan a través de su talento y otros de su excentricidad. La conversación se interrumpe cuando un estruendo de aplausos hace imposible la comunicación. Lo siento, se disculpa antes de colgar. Alguien acaba de pasar a la siguiente fase.

ALEX GUTWIL

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