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Reportaje:

Augusto Valencia, agitador cultural

Memoria de la cultura de Ourense, apoya las ideas de su amigo Quessada

Le llama Jaimito a Quessada. Dice: "Jaimito y yo compramos juntos 21 castaños en Vilar das Trés, los repartimos y nos hicimos allí las casas; tengo la película de aquel día rodada en súper 8; sale él entre los árboles midiendo el terreno y haciéndome la puñeta todo el tiempo. Tuve que pasar la cinta a vídeo y ahora la tendré que pasar a DVD". Le llama Jaimito: "Mira que era listo, Jaimito. Lo conoció hace 40 años y compartieron amistad y militancia comunista. "Ser del PCE en el franquismo era una cuestión de dignidad, era el único partido que se enfrentaba de forma directa al dictador; fuimos todos juzgados por el TOP [Tribunal de Orden Público del régimen] acusados de propaganda ilegal y asociación ilícita, pero acabamos absueltos", recuerda.

"Jaimito jamás abjuró de su ideología de izquierdas"
Valencia rememora el encuentro entre Blanco Amor y Carrillo en Santiago

Augusto Valencia recorre la memoria de su vida siguiendo el hilo de la memoria artística orensana. O viceversa. Empresario, definido como "agitador cultural urbano" por el poeta Víctor Campio y amigo de los intelectuales y artistas de la época de explosión de la creatividad orensana, Valencia empieza a echar de menos a Quessada, fallecido el pasado 30 de diciembre, pese a que su intensa relación había menguado en los últimos tiempos. "¡Pero no estábamos distanciados en lo personal!", clama cuando se le pregunta por el alejamiento que les llevó a romper el tándem artista-marchante y manotea el aire varias veces mientras le pone coto a la pregunta. "No era exactamente su marchante, pero sí, le vendía las obras a él, y a Alexandro, y a Vidal Souto..."

Pero lo cierto es que durante la última etapa de su vida, Quessada frecuentaba un círculo del PP que le hacía la gestión de marchante que en otro tiempo asumía Valencia. "El poder necesita rodearse de artistas para fortalecer su menguada personalidad", opina. "Jaimito fue un luchador con su arte y con su proyección pública y él mismo explicaba esa relación diciendo: 'Yo vendo mis cuadros, no mis ideas', así que queda claro quién era; jamás abjuró de su ideología de izquierdas y murió demostrándolo con un entierro laico".

Augusto Valencia recibe a regañadientes en el Liceo. Su segunda casa. Va a diario a compartir tertulia "de talante progresista, aunque con algunas incrustaciones azul celeste". Hablan de cultura, de lo cotidiano y de política. Es decir, de política. Este vividor cuenta entre las anécdotas de sus viajes cómo conoció a Elvis Presley en Alemania en el 68. "Bueno, hay algo de leyenda en eso, aunque sí es cierto que lo conocí. Él estaba allí haciendo el servicio militar".

Tira del ovillo de los recuerdos Augusto Valencia y se topa con Blanco Amor. "Cuando llegó a Ourense de Buenos Aires en los 60 nos dijo: 'Vengo a la quinta pregunta', que era como se decía que se estaba sin un duro: traía un sueldecito en pesos argentinos que aquí era nada, ¡él, que aparentaba aquella falsa soberbia y que era encantador!". Y apostilla: "Cuando llegó era más famoso por su condición de homosexual, que se comentaba en los corrillos, que por su calidad literaria".

Valencia rememora el encuentro entre Blanco Amor y Santiago Carrillo. Llevó al escritor a un mitin del entonces líder del PCE en la feria de Santiago. "Le dije a Carrillo que Blanco Amor quería conocerlo y a éste que Carrillo quería saludarlo. ¡Y qué listo es Carrillo!, le satisfizo por completo la vanidad a Blanco Amor; le dijo: '¡Hombre, cuánto me alegro de saludarte!, aún recuerdo la conferencia que diste en el Ateneo de Madrid en el año 34'. Habían pasado más de 30 años, pero es que Carrillo nació en el 15, así que era un adolescente cuando tuvo lugar aquella conferencia... El caso es que se abrazaron y Blanco Amor quedó encantado, encantado". Pero en este laberinto de los recuerdos al que ha accedido a entrar a regañadientes, Valencia regresa inevitablemente a Quessada. "Cuando estalló el 23-F me fui a su casa. Le dije que había que hacer las maletas y marcharse y él me miró y me dijo: 'De eso nada; es ahora cuando hay que quedarse".

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