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Elecciones 27M
Columna
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El ritual democrático (y sus transgresiones)

Anuncios, carteles, buzoneos, mítines, incremento exponencial del gasto público inversor y de las inauguraciones... El mito del gobierno democrático, como todo mito que se precie, tiene su ritual. Los ritos, nos explican los antropólogos, consisten en la expresión repetida de actos sociales que simbolizan un mito, y por ello sirven para cohesionar al grupo humano, que conjunta y ritualmente celebra los valores compartidos. Pero a la vez el ritual marca los límites de lo socialmente admitido, proscribiendo las transgresiones, con lo que el mito queda así protegido.

Dejando al margen el hecho de que las elecciones generales están a la vuelta de la esquina (y de paso evitando acusaciones de alienación mental centralista; otro ritual, éste de la iglesia nacionalista), tengo la impresión de que en Galicia se están produciendo en esta campaña electoral más transgresiones del ceremonial de lo que suele ser habitual. Algunas permanecen en el limbo, esa zona liminal en la que no se está ni dentro ni fuera, y tienen que ver con el empleo a fondo de los resortes del poder para acoger bajo las siglas propias a candidatos ganadores otrora independientes. Otras transgresiones han sido expresamente reconocidas por las juntas electorales. Entre ellas mi favorita es la relacionada con la edición pública, como la recibida por los vecinos de Compostela, de revistas presuntamente periódicas y presuntamente de interés general que emulan a las del famoso Wally (de poco más sirven que para tratar de localizar en todas y cada una de sus muchas fotos a un señor simpático en este caso con corbata y, a veces también, escondido, a su antagonista; al Odlaw de Wally). Y hay otras transgresiones, en fin, que directamente cuestionan el mito. Por vez primera, hemos visto a un candidato municipal, el de Vila de Cruces, vincular la parte variable del salario de sus agentes electorales al número de votos que le consiguiesen, novedoso programa de incentivos al rendimiento que exalta a la perfección la tesis de la mercantilización del voto. También por primera vez asistimos a la estigmatización sistematizada de candidatos en función de su dedicación profesional o empresarial, como si precisamente la democracia no garantizase la transparencia de las decisiones de los gobernantes. Ejemplos de transgresiones que atacan la esencia del mito democrático: que el voto de todos y cada uno de nosotros es libre, igual, y secreto; y que cualquiera de nosotros puede resultar electo.

La explicación de tanta transgresión, esta vez sí, es circunstancial. Socialistas y nacionalistas van a medir en votos la salud de su bi-gobierno. Y lo van a hacer no sólo en términos absolutos, sino relativos, observando cuidadosamente quién rentabiliza y quién sufre los costes de la acción del gobierno. Y el partido hegemónico en Galicia, por su parte, va a testar su capacidad electoral tras una profunda renovación generacional (y por ello política), test que puede condicionar su comportamiento en la otra media legislatura. En definitiva, las transgresiones son síntoma de lo mucho que, en esta ocasión, está en juego a nivel autonómico: quién domina la agenda del gobierno, qué grado de apoyo real tiene el propio gobierno en relación con la oposición, y la capacidad de ésta para presentarse como alternativa de gobierno.

Coda: Uno, que sólo es radical en lo democrático, no cree que pese a lo dicho el mito corra mayores riesgos. En un viejo y delicioso libro británico de humor político se cuenta que, hace más de 130 años y en el curso de un proceso por corrupción electoral, un testigo reconoció haber cobrado a cambio de su voto veinticinco libras del candidato conservador y otras veinticinco del candidato liberal. Atónito, Mr. Justice Mathew, el juez, no se resistió a preguntarle por cuál de los dos había votado. El testigo, con el orgullo herido y dando muestras evidentes de su indignación, respondió: "Por supuesto que voté, my lord, de acuerdo con mi conciencia". Celebremos, pues, el ritual democrático; que, una vez más, aunque esta vez sea con más intensidad, habrá de tener consecuencias.

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