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Reportaje:

'David' Johnson, 'Goliat' Woods

El ganador del Masters de Augusta de golf ha llegado a la cima por un camino mucho más complicado que el de la máxima figura mundial

Carlos Arribas

Hablar de Hooters en Estados Unidos es hablar de una cadena de restaurantes grasientos, bullangueros y ahumados en los que las camareras visten pantaloncitos cortos ajustados y camisetas naranjas marcando bien las curvas y abriéndose por arriba en espectacular escote, al que van los caddies a alegrar la vista después de una dura ronda con la bolsa a cuestas.

Precisando un pelín y centrando la idea en el golf, el Hooters es un circuito de segunda división norteamericano en el que se buscan la vida unos cuantos veteranos y en el que se foguean aquellos jóvenes que no consiguen de entrada una plaza en los principales, el de la PGA y el Nationwide. Y, precisando aún más, Hooters es el lugar donde se hizo como golfista Zach Johnson, el sorprendente ganador del Masters de Augusta, que llegó a la cima por un camino con muchos más vericuetos que el de Tiger Woods, que también tiene 31 años y a quien derrotó en la madrugada española de ayer por dos golpes (289 por 291) para convertirse en el más sorprendente poseedor de la simbólica chaqueta verde en los últimos años.

"Todo esto es un poco surrealista", dice Zach, que empezó en el 'tour' de una cadena de restaurantes

En el Hooters no se tiene a diario a un Phil Mickelson ayudándote a ponerte la americana, acompañada de un cheque de 1,3 millones de dólares, sino, en todo caso, una chica Hooters entregando una copa de hojalata y un cheque de 10.000 dólares. "Cuando estaba allí, pensaba que estaba viviendo los mejores días de mi vida", dijo Johnson riéndose en la conferencia de prensa del ganador; "alitas de pollo y todo eso. Pero así es como fui mejorando. Un montón de buenos jugadores han salido de esos minitours y yo me siento afortunado por haber jugado allí".

En realidad, el Hooters Tour fue todo un avance para Johnson, que había comenzado su periplo profesional en el Tour de las Praderas, cheques de 2.000 dólares, jugado en Kansas y el Medio Oeste. Y eso también era mucho para un golfista que ni siquiera era el mejor del equipo en la universidad de Drake (en Des Moines, la capital de Iowa) y que, a falta de patrocinador, logró convencer a un grupo de socios del club de su ciudad, Cedar Rapids, para que formaran un fondo que invertir en financiarle. "No quería volver a la escuela ni loco. Tampoco quería buscarme un trabajo", dijo; "mejoraba cada día y me decía que, si tenía el dinero suficiente, podría intentarlo. Jugar dos o tres años y ver hasta dónde podría llegar. Así que trabajé duro. Mejoré año a año y, ahora, mirando atrás, es alucinante ver desde dónde partí".

En 1997, cuando Woods ganó su primer Masters, Johnson aún estaba en la universidad; en 2001, cuando Woods completó, con su segunda victoria su grand slam -ganó los cuatro grandes consecutivamente aunque en dos años-, Johnson era un espectador deslumbrado por el gigantesco esplendor de Augusta, donde sólo pudo competir por primera vez en 2005. Antes, en 2004, cuando Woods llevaba 332 semanas como número uno, Johnson ya había logrado la tarjeta del circuito de la PGA. Y ya había empezado a destacar. Ganó un torneo, en Atlanta, y se convirtió en el primer debutante que se embolsaba más de dos millones de dólares en una temporada. En 2006 debutó en la Copa Ryder con el equipo estadounidense, en el que Woods asumió el papel de padre con los novatos.

Con todas esas experiencias a sus espaldas, casado desde joven y con un niño de 14 semanas, Johnson se presentó la pasada semana por tercera vez en el terrorífico Augusta, donde hasta los más fuertes temblaban. Y allí, lento pero seguro, despacito pero sin salirse de la carretera, armado no con una honda sino con uno de los drives más cortos, pero con los hierros más afilados -fue de los mejores en las calles y los greens alcanzados- y el putt más seguro, derrotó a los mejores para acabar vistiendo una chaqueta verde talla 40 que le venía ligeramente grande.

Quizás estaba tallada para un gigante, para Woods. Puede ser. "Todo esto es un poco surrealista", confesó; "estaba en el vestuario esperando a que Woods diera su segundo golpe en el hoyo 18 [él había terminado dos partidos antes y Woods, a dos golpes, necesitaba un eagle para empatar] y pensaba: 'Cosas más raras ha hecho, es un fenómeno'. No sé cuánto tardará en aparecer alguien como él. Por eso es mucho más gratificante haber ganado el Masters batiendo a Woods, sin duda. Y, sí, me sentí como David . Es una buena comparación".

Su amigo Vaughn Taylor, otro producto del Hooters Tour, décimo el domingo, no parece tan dado a los héroes bíblicos como a los de la cultura popular y no dudó en declarar, después de verle soportar la presión combinada de Woods y de Retief Goosen, 14 grandes entre los dos: "Si Zach no es Superman, por lo menos es el hermano de Superman".

"Pero... no", respondió Johnson con la mayor de sus sonrisas; "yo soy Zach Johnson, de Cedar Rapids, Iowa. Un tipo normal".

Zach Johnson, durante su recorrido triunfal.
Zach Johnson, durante su recorrido triunfal.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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