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Reportaje:LA NUEVA SURÁFRICA

La clase media descubre Soweto

El que fue durante el 'apartheid' el mayor gueto del mundo renace de sus cenizas

tardece y durante todo el sábado el único atasco de tráfico en Johanesburgo se produce en Soweto. No para salir del gueto, sino para entrar. Coches BMW y Audi comparten carretera con automóviles polvorientos y minibuses (furgonetas con asientos que suplen la ineficiente red de transporte público) atestados. Soweto, una palabra que, pronunciada en los años setenta y ochenta, ponía el pelo de punta a la clase blanca: el amenazante asentamiento negro; masificado, peligroso y sucio; lleno de prostitutas, pistoleros y militantes antiapartheid; de tabernas ilegales, de calles sin asfaltar y chabolas sin electricidad; un lugar donde se respira el tufo de cientos de hogueras, de cocinas de leña, carbón y parafina. Soweto es una palabra que, pronunciada ahora, en la Suráfrica democrática gobernada por el Congreso Nacional Africano (ANC), viene cargada de simbolismos totalmente opuestos: Soweto, el lugar en el que en 1976 los estudiantes se sublevaron contra el Gobierno. El lugar en el que vivieron Nelson Mandela o Desmond Tutu, los dos premios Nobel de la Paz; el lugar en el que el jazz se hizo amo y vio nacer a sus mejores artistas; un vibrante santuario de libertad contra la opresión blanca.

Los habitantes ya no se van del gueto, que crece y crece, sino que lo transforman y lo enriquecen
El Gobierno se ha volcado: asfaltado, electrificación, agua potable, transportes, escuelas, hospitales...

Soweto crece ahora y produce diamantes negros, que es como los sociólogos han bautizado a una nueva clase media negra surgida gracias a la aplicación de políticas de discriminación positiva y al crecimiento económico del país. Soweto crece y sus diamantes negros ya no se van del gueto, sino que lo transforman, lo enriquecen y otorgan seudónimos tan pomposos y elocuentes como Beverly Hills a algunos de sus barrios. Aquellos que han preferido mudarse a Johanesburgo regresan los fines de semana a ver a la familia, a divertirse.

"La bebida es mucho más barata", dice entre risas Poppy Fume. Fume tiene 32 años, nació en Soweto y decidió trasladarse a los barrios del norte cuando empezó a trabajar para la compañía de aguas de Johanesburgo. Más seria, explica que su regreso a Soweto los fines de semana se debe a otras razones menos banales: "La gente es mucho más abierta y relajada que en la ciudad, no son tan convencionales y estirados. Aquí se disfruta más y se socializa mejor, se hacen amigos. O amigas". Poppy guiña un ojo al decir esto, ofreciendo una certera información sobre su tendencia sexual, otra muestra de los cambios que se producen en la sociedad surafricana, en la que la homosexualidad, sobre todo entre la población negra, era más que tabú.

Pese a que Soweto puede sonar a nombre africano, nada más lejos de la realidad. Obedece al acrónimo del más anodino South Western Township (Asentamiento del Suroeste). Su origen se remonta a cien años atrás: situada a 25 kilómetros de la ciudad, fue creada como una reserva para los trabajadores negros de las minas de las inmediaciones de Johanesburgo, conocida también en zulú como Egoli, ciudad de oro. La pobreza en las zonas rurales en las que la población negra fue confinada por el apartheid supuso la llegada a Soweto de cientos de miles de personas atraídas por la posibilidad de trabajar en las minas, en la construcción, en el servicio doméstico, siempre los trabajos peores, los menos remunerados, porque los mejores estaban reservados para la clase baja blanca.

El asentamiento creció hasta llegar a los más de un millón de habitantes de la actualidad. Abandonada a su suerte durante el apartheid con una inversión pública risible, el Gobierno del ANC se ha volcado en Soweto: electrificación y asfaltado de calles, alcantarillado y agua potable con una inversión de más de 100 millones de euros. Y mejoras en las escuelas, en los hospitales, en el transporte. Hace poco se plantaron 6.000 árboles con vistas al Mundial de fútbol que se celebrará en Suráfrica en 2010. Se han abierto restaurantes y hostales para servir a un turismo incipiente, atraído por el pasado de lucha del gueto.

"Nos gustan los cambios", dice Thami Xaba, el propietario de la primera tienda especializada en vino en Soweto; "estábamos preparados para los cambios, somos gente con aspiraciones a una mejor calidad de vida, cultura y sofisticación". El fin del apartheid facilitó que Xaba, de 44 años, pudiera cumplir un sueño y dejara de trabajar en la banca para ser un entendido en caldos de calidad, algo que su padre, un sibarita, le inculcó. "En Soweto, los hombres no beben vino, beben su cerveza de siempre, coñá y whisky; el vino está considerado una bebida para sissies (sisters, hermanas, mujeres), ahora eso está cambiando", explica Xaba. "Mi tienda suple las demandas de los que vienen de Johanesburgo a pasar el fin de semana y no quieren renunciar a su buen vino, pero poco a poco se está abriendo a la población de Soweto en general". Thami Xaba es de los que tienen casa en la capital, pero decidió regresar a Soweto y crecer desde el gueto, "me veo en un futuro propietario de una bodega".

Xaba no tendrá problemas para distribuir al por mayor sus vinos: la inversión privada proyecta ahora la construcción de un hotel de cuatro estrellas y de mastodónticos centros comerciales. Algo que ilusiona a Sibusiso Mbanjwa, "porque la inversión está hecha por gente negra. El futuro de Soweto es convertirse en una ciudad totalmente africana, hecha por y para la gente negra". Con tan sólo 23 años, Sibusiso habla con gran madurez: "Soweto es sentimiento de comunidad y pasado en común. Fue el campo de entrenamiento de la lucha contra el apartheid y es algo de lo que estar orgulloso. Siempre viviré aquí y veo mi futuro ligado a la política: los niños de ahora deben recordar siempre lo que pasó". Mbanjwa trabaja en el proyecto del Gautrain, un multimillonario plan de alta velocidad ferroviaria que pretende unir Pretoria y Johanesburgo y sus aeropuertos. El orgullo de ser de Soweto, la sowetanness (sowetanidad), es compartido por todos sus habitantes.

"Hay un montón de historia de la que nos enorgullecemos", explica otro diamante negro, Nathi Ndlovu, de 24 años y actor en el popular culebrón de televisión Isidingo, "y aunque te vas, nunca dejas de ser de Soweto. Antes era una zona restringida, percibida como oscura y peligrosa. Pero eso ha cambiado, los niveles de educación han cambiado. Ahora es ideal, Soweto no está lejos, está cerca de los suburbios del norte, cerca de los suburbios del sur. Entiendo a los que regresan para el fin de semana. Significa volver a casa".

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