Un Celta conformista

En esencia, hay dos modos de entender el fútbol. El Celta es de los que tienen en mente su propia portería, pase lo que pase. El Werder Bremen, un equipo alegre, vistoso y arriesgado, entiende su propia puerta como un trámite y la del rival como objetivo único. Un universo que separa a Fernando Vázquez del técnico alemán, Tomas Schaaf. Aun en el mejor momento de los célticos, a medida que se acercaron a la meta de Wiese un freno invisible les bloqueó en los metros finales. Como con complejo de culpa, como si fuera malo atacar en un equipo diseñado para defender pero que, sin embargo, regala ocasiones a destajo.

Los alemanes, que pudieron golear, dominaron en todas las facetas del choque. Por fortuna, el temido Klose está con mal fario estas últimas semanas y sus disparos cruzados pasaron rozando el poste tras haber superado al portero celeste. Hunt, que viene de meter tres goles en la Bundesliga, falló por los pelos un par de disparos que silbaron junto al palo. Diego, el brasileño que da ritmo a los germanos, superó varias veces a la defensa gallega y entregó pases brillantes que desperdiciaron sus compañeros. El cuadro de Vázquez, por su parte, se lo jugó a una banda, la de Gustavo López, la única que trabaja con sentido colectivo. En la otra, el saltimbanqui Nené -sustituido en la segunda parte por Baiano- arranca aplausos por sus filigranas, que acaban, por norma, en humo.