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La voz y la sensualidad de Ute Lemper rinde al público coruñés

La artista alemana combinó joyas musicales del cabaret y la 'chanson'

Llenó de calor y sensualidad con su voz potente, su presencia felina y sus eclécticas versiones del cabaret germano y de la canción francesa, un escenario del Teatro Colón, entorpecido por cajas, altavoces y una gélida e inapropiada iluminación. La polifacética artista alemana Ute Lemper se ganó al público coruñés con su Voyage (viaje, en francés) a través del tiempo y de las mezclas musicales. Lemper agradeció con bises las ovaciones.

A Lemper (Münster, 1963), le encanta improvisar y "cambiar cada noche" la selección de su amplio repertorio. Y por ello, a diferencia del viaje musical por el Berlín de antaño y de hoy con el que inició en Madrid hace una semana su gira por España, la artista prefirió para sus dos actuaciones en A Coruña, el viernes y anoche, mezclar sus dos géneros predilectos: el cabaret de Kurt Weill, con textos de Bertolt Brecht, y la chanson francesa de Edith Piaf y Jacques Brel.

En el medio, interpretó pequeñas joyas musicales como, en homenaje al cabaret judío de entre guerras, una versión en yiddish de Happy End. Cantó a Berlín con sonido árabe, y en alemán una interpretación innovadora y peculiar del famoso Johnny guitar de Joan Crawford en la película de Nicholas Ray.

Acompañada por un grupo musical de piano, batería, guitarra y contrabajo, Ute Lemper, con un largo abrigo de terciopelo negro, inició su viaje con el realismo de Piaf. Sonaron Pigalle y Milord, con añadidos de jazz. Cayó el abrigo y la políglota alemana, con un glamuroso vestido negro con estética de sirena, recreó el Port d'Amsterdam, de Brel, con una voz que jugaba a cubrir el ritmo de la batería.

Ute Lemper, orgullosa "embajadora en el mundo" del cabaret alemán de entre guerras de Kurt Weill, asume la inevitable comparación con Marlene Dietrich y en A Coruña, interpretó "la vieja canción de la segunda guerra mundial que cuenta una historia de futuro", Lily, del Angel azul. Para esta polifacética artista, es, como relató al público del Colón, un honor y una misión "mantener vivo el cabaret y el teatro" de la República de Weimar, las composiciones de Weill y los textos de Brecht. Una época, dijo, y un arte en el que "se podía comprar paz, amor, un trozo de futuro o hasta del Corán".

Había luna llena el viernes y Lemper incluyó en su viaje musical una larga recreación de su Moon Medley, un popurrí intimista con versiones particulares del Moon of Alabama y Bilbao Song, de Weill y Brecht; Grapefruit, de Tom Waits y Moon Dance, de Van Morrison, en el que se cuidó de hacer también un guiño a "la luna de La Coruña".

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El viaje terminó en Berlín, con una atronadora y casi roquera interpretación que dedicó a la reconstrucción de la capital de su infancia.

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