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Crónica:Fútbol | Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Valencia recupera la autoestima

El equipo de Quique se coloca primero de su grupo al ganar al Olympiacos

Apuntalado por un impermeable Ayala, manejado por la personalidad de Baraja y rematado por la cabeza de Morientes, el Valencia recuperó anoche parte de su maltrecha autoestima. Ganó su primer partido de cinco superando a un rival alegre pero bondadoso, el Olimpiacos. El adversario ideal para estos casos. Necesitaba una victoria el equipo de Quique como el beber y la obtuvo con un buen saco de méritos: Joaquín firmó jugadas de una clase insuperable, Silva se consolidó su cartel de jugador imprescindible, Curro Torres tapó el agujero del lateral izquierdo... Es decir, que los futbolistas comenzaron a parecerse a su mejor versión después de un mes de no reconocerse en el espejo. El público, por otra parte, entendió que Quique había sido injusto con Tavano, que sólo había disputado hasta ayer 70 minutos, y le exigió su presencia. La grada de tribuna cargó de mala manera contra el entrenador y el estadio coreó el nombre del delantero italiano hasta que el técnico, por esta vez, cedió.

VALENCIA 2 - OLYMPIACOS 0

Valencia: Cañizares; Miguel, Ayala, Albiol, Curro Torres; Joaquín, Baraja (Hugo Viana, m. 86), Pallardó, Silva; Angulo (Tavano, m. 75) y Villa (Morientes, m. 22). No jugaron Butelle, Cerra, Regueiro y Jorge López.

Olympiacos: Nikopolidis; Zewlakow, Cezar, Pantos, Kostoulas; Okkas, Stoltidis (Babangida, m. 63), Konstantinou (Maric, m. 17), Castillo (Borja, m. 70); Rivaldo y Djordjevic. No jugaron Butina, Georgatos, Kafes y Anatolakis.

Goles: 1-0. M. 45. Combinación entre Silva, Curro y Angulo que éste culmina con un tiro cruzado que rebota en un defensa. 2-0. M. 48. Gran centro de Silva y cabezazo de Morientes.

Árbitro: Laurent Duhamel. Amonestó a Zewlakow, Maric, Pallardó, Albiol, Pantos y Ayala.

Unos 35.000 espectadores en Mestalla.

La mejor noticia, el regreso de Baraja que fue como recobrar de golpe la personalidad perdida
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Villa, décimo lesionado

Una gran piña blanca junto al banderín derecho. Unos segundos de paz y recogimiento. Todos, menos Cañizares, quisieron sentir esos momentos de compensación a tanto sufrimiento. A las bajas, a la pérdida progresiva de la confianza y el fútbol, a la crispación que ganaba terreno. Así celebró el Valencia el tanto que, al filo del descanso, le daba unos metros de ventaja. Un buen gol, además. Producto de una combinación sencilla que arrancó en el extremo izquierdo. Un par de desmarques y un par de pases a ras del suelo. Todo muy natural. Como el quiebro final de Angulo y su potente disparo que, tocado en una pierna rival, se levantó hasta el ángulo izquierdo del portero griego. Participaron en la elaboración Curro Torres y Silva. Del extremo izquierdo canario se espera lo mejor: un crecimiento continuo en el que ofrezca repertorios nuevos. Como el cabezazo de ayer picado que Nikopolidis desbarató retorciéndose como un juvenil. Gran parada. La sorpresa fue Curro Torres, desterrado más de dos años de las alineaciones, ubicado anoche en la izquierda como remedio de emergencia para salvar ese vacío. Lesionado Moretti e inexperto Cerra, Quique recurrió ayer con éxito al oficio de Torres, que se complicó poco y acertó casi siempre.

Esa fue una buena noticia para el Valencia, pero no la mejor. Reapareció Baraja y eso fue como recobrar de golpe la personalidad perdida. Inédito en lo que iba de campeonato, la presencia de Baraja llenó los ojos y también el centro del campo. Aún corto de forma, fue una llama de esperanza en un equipo azotado por una plaga inacabable de lesiones. La última, la de Villa, que se marchó a los 20 minutos. Entró Morientes, aunque el que se enchufó primero fue Angulo, que oficiaba desde el principio de delantero, posición por la que siempre ha suspirado y sobre la que ayer adquirió algunos derechos. Parte de los que ya posee de años Morientes, que cabeceó su quinto tanto del torneo, en un cabezazo picado a un centro delicioso de Silva.

Hay que agradecerle al técnico del Olympiacos, el noruego Trond Sollied, el espíritu libre con el que plantea los partidos, tanto en caso como fuera. Al contrario de la selección griega que ganó la Eurocopa de 2004 en Portugal, el Olympiacos juega para el espectador, no en su contra. Espíritu frenado ayer primero por Ayala en la línea del área grande y, más atrás, por Cañizares, con dos espléndidas estiradas a cañonazos de Rivaldo y Maric.

El regate y la cuchara. No hay jugador español que domine estas dos suertes tan sureñas como Joaquín, que ayer las juntó en una misma acción que no acabó en gol pero que fue disfrutada por la grada como si hubiera acabado. La emoción de la belleza. Le está costando al extremo sevillano cuadrar en la filosofía estajanovista de Quique, pero intenta. Despierta hasta ternura verlo esforzarse por defender y hasta por barrer balones desde el suelo. Aunque a veces dé la sensación de que se le desaproveche para lo que está realmente dotado: el regate y la cuchara.

La calidad del segundo gol ascendió varios grados la autoestima del Valencia, tan exigua en los últimos meses. Permitió las alegrías de Joaquín y de Silva, así como la jerarquía de Baraja, que volvió para gobernar. El equipo se refugió entonces y el público decidió darle una patada en el culo a Quique entonando el nombre de "Tavano". El entrenador se plegó a los silbidos y mandó calentar al delantero italiano, que hasta ese instante era carne de banquillo. Jugó el último cuarto sin dejar nada para el recuerdo.

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