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Reportaje:

Pétalos para escribir epitafios

'Flores en el arcén' muestra en 37 fotografías de Diego Caballo el precio en vidas de los accidentes de carretera

A pie y al volante, las miradas de transeúntes y conductores recorren rutinariamente las vías públicas. No suelen encontrar otra cosa que el polvoriento rastro del paso apresurado de los vehículos: un grumo oscuro de grasa, tal vez el amenazante desliz de una mancha de aceite. Sin embargo, en ese discurrir errático de tantas miradas surge súbitamente a veces una sorpresa: encima del asfalto acharolado, en el rincón esquinado de un pretil o sobre el mojón solitario de un hito kilométrico, la mirada descubre un ramito de claveles metido en una botella; un manojo de rosas de plástico trenzadas con una cuerda; quizá, cartelitos plegados como si fueran pequeños sobres de correo, que nadie se atreve a leer pero que, con certeza, contienen frases llenas de sentimiento inconsolable. En ese instante, la enorme rutina que aplasta el tránsito de personas encerradas en vehículos por las carreteras se desmonta y se humaniza, porque quien registra el hallazgo, con certeza averigua que tras esas flores hay una historia y tras esa historia, una vida; cada una de esas vidas ha sido segada, irreversiblemente, por el zarpazo inesperado de la muerte al surcar o cruzar una carretera.

Las familias dejan pequeños recuerdos en las carreteras donde murieron sus deudos
Un manojo de rosas amarillentas sobre un punto kilométrico despertó su curiosidad

Tal ha sido la secuencia recorrida desde hace tres años y medio por la mirada del extremeño Diego Caballo (Valle de Santa Ana, 1949), hombre experto en mirar a través del objetivo de una cámara por su compromiso diario en mostrar la realidad a los demás, como periodista gráfico en la agencia Efe. Un buen día, mientras viajaba en su automóvil, Diego reparó en un ramo de flores amarillentas metido en una botella con agua que amarilleaba, también, sobre un punto kilométrico. Tiempo después, al pasar por el mismo lugar, decidió descender y descubrió allí mismo una cruz sobre cuyos brazos reposaba un cochecito roto. "Aquel hallazgo me estremeció. Me plantee entonces cómo hablar de la muerte sin drama", explica Diego Caballo. "Decidí hacerlo con mi cámara, una leica de 1950, y lo haría en blanco y negro, como si se tratara de un ensayo que respetara escrupulosamente a quienes han muerto en accidente y a sus familias, que les recuerdan de tan entrañable manera". Surgió así su atención incesante a esos hitos evocadores que iba hallando en carreteras de México, Brasil, República Dominicana. Cuando llevaba centenares de placas disparadas -mil historias de vidas llenas de muerte y de muertes llenas de vida-, David Caballo sufrió la pérdida de un ser querido en un accidente de carretera. Decidió cancelar su acopio de fotografías. Al poco, acometió el reto de seleccionar 37 de ellas, para exponerlas en el centro Galileo Galilei, de la calle de Fernando el Católico, 35. Allí, su mirada invita al silencio y a la intimidad profunda, para llamar luego a la reflexión de cada uno sobre el daño y el dolor que inunda de flores muertas tantas carreteras como la M-501. Son las mismas sendas que debieran centellear entre pétalos siempre encendidos por el latir de la vida. Por todo ello, la exposición Flores en el arcén ha de ser visitada: "Porque es necesario descubrir todo aquello que ponen en juego las manos que giran el volante de un vehículo".

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