Un campeón sin bandera
Rumenov, ganador de la Orange Bowl sub 16, espera ser español en dos meses
Cuando hace una semana levantó los brazos y celebró a lo grande su triunfo en la Orange Bowl sub 16, Gueorgui Rumenov, que el jueves cumplirá precisamente 16 años, tenía motivos para sentirse satisfecho. La vida de este tenista no ha sido fácil. No sabe si es búlgaro o español. En realidad, no tiene la nacionalidad española pese a llevar ya 15 años viviendo en el país. "Su madre ya la tiene", dice su padre, Rumen Baiakov; "y tanto Gueorgui como yo esperamos que nos la concedan antes de dos meses. Cumplimos ya los requisitos".
Rumenov llegó a España cuando tenía un año. Por tanto, lleva más de los diez reglamentarios para obtener la nacionalidad. Pero no se le reconoce el permiso de residencia de los cuatro primeros porque estaba inscrito en el de su madre, Daniela. Un lío legal. Igual que su nombre. "Rumenov le viene de mi nombre de pila, Rumen", explica su padre; "pero el apellido, en realidad, es Baiakov".
Su padre, Rumen, durmió un mes en la calle cuando llegó a España hace 15 años
Sin embargo, todo eso no es importante. Lo trascendente de su historia es que sus padres y él, de Sofía, llegaron a España camino de Estados Unidos o Canadá. No tenían intención de quedarse, pero lo hicieron porque no lograron arreglar los temas de su visado hacia America y, al cabo de un año, la ley de extranjería les permitió legalizar su situación en España.
"Sí, llegué igual que ahora lo hacen los africanos con las pateras. Sólo que yo viajé en tren desde Bulgaria. Era un emigrante más", cuenta Rumen; "si soy sincero, debo reconocer que el primer mes lo pasé durmiendo y viviendo en la calle. Trabajaba de repartidor de publicidad y pegaba carteles. Después entré en una finca como chico para todo: jardinero, albañil, pintor... Luego, entré en la construcción, pasé a ser transportista de obras de arte y, por fin, profesor de tenis".
Un recorrido increíble para un hombre que, con 27 años, se había graduado como economista en la Universidad Karl Marx de Sofía -ahora Universidad de Estudios Económicos- y era profesor de tenis. "Gueorgui y su madre [también economista y ahora contable en una empresa madrileña], llegaron cuando mi situación era ya algo más estable".
Cuando cogió su primera raqueta, Gueorgui tenía tres años y su padre era ya profesor de tenis en la Escuela Municipal de Alcobendas. "No sabía dónde dejar a mi hijo y le llevaba al trabajo", explica el padre, ahora ya de 42 años; "para él, aquello era como un juego. Pero a los cinco años comencé a darle clases en serio. Y aprendió muy rápido".
En poco tiempo se convirtió en uno de los mejores jugadores de España en su categoría. Fue campeón mundial alevín y ganó el Wimbledon chico de Brunete. Entró en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, en los equipos de élite de la Federación Española de Tenis, con sólo 12 años, y se convirtió en campeón de España infantil y cadete.
"Su caso fue una excepción", explica Juan Bautista Avendaño, ex capitán de la Copa Davis y responsable del grupo del CAR. "Su padre insistió en que le incorporáramos y ya le veíamos con muchas posibilidades". Rumenov no juega como los españoles. Se asemeja mucho más a los checos, eslovacos o incluso a los estadounidenses. "Tiene un gran revés a dos manos y un buen drive. Es agresivo y, aunque no lo hace mal en la red, no juega con saque y volea. Este año ha dado un estirón -12 centímetros: ya mide 1,85 metros- y eso le permite sacar mejor", agrega Avendaño; "de los que han pasado por el CAR en los últimos años, es de los mejores: buena mentalidad, ganador y profesional. Tiene muchas posibilidades".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.