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Un café sobre el periódico

Carlos Arribas

Las dudas sobre la validez del método de detección de EPO recombinante en orina han sido uno de los asideros a que más ha recurrido los deportistas que resultaron positivos desde el primer momento de su utilización. Pero, a pesar de los pesares, de las críticas y de las reclamaciones, en todas sus decisiones, el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), lo ha considerado siempre como prueba definitiva. El método fue ideado por el laboratorio de París y publicado en la revista Nature en junio de 2000, a tiempo para ser aplicado tanto en el Tour de aquel año como en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, siempre en combinación con un análisis de sangre previo.

El primer positivo por EPO llegó en abril de 2001. Fue el ciclista danés Bo Hamburger. Fue el primero y el primer tropiezo del método, ya que el contraanálisis no pudo confirmar el hallazgo del análisis primero efectuado también en el laboratorio de Lausana. Fue el primero de media docena de casos, que han hecho más ruido que las decenas de positivos confirmados.

"El problema nunca es del método, que es bueno y seguro", dice Jordi Segura, director del laboratorio de Barcelona. "El problema es que no se puede automatizar, es decir, es un proceso enteramente manual y muy laborioso, que comporta más de 170 pasos, por lo que el margen de error en la manipulación de las muestras es muy grande".

Los expertos cuentan que, en todo caso, ese margen de error favorece siempre a los deportistas. En un número de casos mayor que el de positivos declarados se ha tenido en los laboratorios la convicción de que la orina analizada tenía rastros de EPO recombinante, pero al salir la fotografía final movida o borrosa, se han archivado bajo el epígrafe de "positivos no concluyentes". "Sólo los muy claros se dan como positivos sin duda", añade Segura, quien tiene un símil muy gráfico para explicar lo sucedido con el análisis de la primera muestra extraída del frasco B de la orina de Roberto Heras. "Es como una persona que compra el periódico y se sienta en una cafetería a leerlo", cuenta Segura. "Entonces, en un descuido el café se derrama sobre el periódico y deja totalmente ilegible el artículo en el que se solazaba el lector. Éste no puede seguir leyéndolo, lo que no significa que el artículo que ha quedado borroso sea falso, como fácilmente puede comprobar el lector comprando otro periódico y leyéndolo. Pues así con la orina y la EPO".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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