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INVESTIGACIÓN Y CIENCIA

La producción olivarera de calidad precisa nuevos parámetros científicos

Un proyecto descifra información genética y de comportamiento del árbol. El futuro del sector pasa por relacionar variedades y tipología de suelos

En Extremadura existen más de 80 variedades de olivo perfectamente adaptadas. Tanto los suelos como el peculiar clima de la región condicionan que el olivar que prolifera por buena parte del paisaje extremeño tenga unas características propias, frente a zonas de comunidades tradicionalmente olivareras como la andaluza.

El área de Fisiología Vegetal ha querido contribuir desde el ámbito científico al actual cambio que precisamente está experimentado este cultivo a escala nacional, con el progresivo aumento de denominaciones de origen para el aceite y la búsqueda de productos de calidad: la conocida como cultura del aceite.

En este sentido, varios investigadores de la Universidad han iniciado un proyecto con un doble objetivo: caracterizar todas las variedades olivareras e implantar el cultivo sostenible y ecológico del árbol.

Para materializar el primero, los expertos de Fisiología Vegetal compararán el ADN que esconden las plantas de olivo y descifrarán toda su información genética. Según la catedrática María del Carmen Álvarez Tinaut, directora del trabajo: "los marcadores moleculares de ADN se han demostrado como la mejor técnica para evaluar la diversidad genética de una especia a nivel inter e intravarietal". Los datos serán un verdadero banco de genes para conseguir la optimización y mejora del olivar extremeño y una excelente herramienta a la hora de aconsejar qué variedad es la más adecuada para cada tipo de suelo.

Micorrización y cultivo sostenible

Por otro lado, según explica Álvarez Tinaut, lograr que el olivo deje de ser un cultivo intensivo, alejado de la utilización de productos agroquímicos, y se convierta en una actividad ecológica, depende en gran medida de otras de las metas científicas que persigue el proyecto: comprobar qué hongos de los que habitan los suelos son los más compatibles con cada una de las variedades de olivo.

El proceso se resume con un término: micorrización. Las raíces del árbol ceden gran parte de su alimento a los hongos y éstos se convierten a su vez en una especie de prolongación subterránea de la planta en búsqueda de los nutrientes que componen el terreno: "se trata de una relación simbiótica", apunta la catedrática. Al olivo este mecanismo de beneficio mutuo le ayuda a "colonizar" más superficie de suelo de la que, sin la colaboración del hongo, sería capaz de abarcar. Y de esta forma la planta de olivo absorbe además un número mayor de elementos minerales y agua de la superficie.

Una vez conocido como se comportan las dos partes, tan sólo nos resta saber cómo se reconocen entre ellas y cuáles son las identidades "que se llevarán mejor". De hecho, la compatibilidad se muestra a veces caprichosa no sólo entre un hongo y una variedad de árbol, sino incluso con una raza vegetal. La profesora Álvarez Tinaut califica la relación de "diálogo" entre dos elementos naturales.

Esta averiguación resolverá además uno de los problemas más importantes que afecta al cultivo olivarero en la región: asegurar el éxito de las plantaciones. Puesto "que el hongo le da a la planta lo que necesita", en virtud de qué elementos y en qué cantidad demanda el árbol. Poner en práctica una correcta micorrización supondrá también la mejor base para que el olivo y en consecuencia el aceite alcancen elevadas cotas de calidad.

En el trabajo investigador participarán Francisco Espinosa, Inmaculada Garrido, Carmen Gómez y José Luis Llerena. Y los expertos del área de Citología, Pedro Casero e Ilda Casimiro.

Cultivo in vitro del olivo
Cultivo in vitro del olivoUEx

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