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Crítica:TEATRO | 'Hamlet'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Todo es culpa

Quién sabe lo que hemos visto en este escenario de tanto prestigio: un compendio de Hamlet con varias manos sobre Shakespeare, incluyendo un escenario frío, unos figurines helados y unos actores contenidos. Algunas escenas están alteradas de orden, desde el principio; otras, suprimidas; un narrador resume algunas cosas y el final se hace precipitado.

"Todo es culpa", decía de los personajes que terminan la comedia catastrófica: se "hace dudosa la existencia de una providencia justa, al ver sacrificados a sus venganzas en horrenda catástrofe, el amor incestuoso y el puro y filial, la amistad fiel, la tiranía, la adulación, la perfidia y la sinceridad generosa y noble. Todo es culpa; todo se confunde en igual destrozo".

Hamlet

De William Shakespeare. Traducción de Moratín (1798). Adaptación de Yolanda Pallín. Intérpretes: Ginés García Millán, Nuria Mencía, Arturo Querejeta, Francisco Rojas, Alicia Sánchez, Daniel Albadalejo, Walter Vidarte, José Vicente Ramos, Fernando Sendino, José Ramón Iglesias y Alba Fresno. Director: Eduardo Vasco. Teatro de La Abadía. Madrid.

Se puede trasladar la frase para describir esta versión: "Todo es culpa" de todos, y quizá se puedan exceptuar los glaciales actores porque así han sido dirigidos; y de todas maneras la voz y el ademán de Ginés García Millán tienen ecos sinceros del drama y de la duda.

El director la planta en una época victoriana, o quizá isabelino-española, en honor a Moratín, que no lo llegó a alcanzar, aunque sí las modas que precedieron a la reina. Más bien recuerdan los hongos, los abrigos largos, las figuras hieráticas, el color negro, las pinturas belgas de Magritte.

La voz

El escenario es también oscuro, menos una plataforma con rampa que es de un color caoba con incrustaciones, aunque principalmente sucede la acción en la parte izquierda (del espectador), donde hay también una viola de gamba que ilustra las dos horas y media de la representación; en su intérprete se pueden hallar sonoridades bellas y líneas de conducción, aunque haya que lamentar que, cuando se ejecutan al mismo tiempo que uno de los personajes habla, la voz se pierde.

Estas notas no tienen la intención de desalentar a quien desee ir; si conoce la obra, como es tan probable, verá una nueva manera de hacerla que en sí tiene valores; si no la conoce, conviene que antes o después lea el original de Shakespeare para saber algo.

En todo caso, se encontrará con un buen lenguaje castellano antiguo bien actualizado; con una representación en la que el frío permite juzgar mejor la catástrofe de Dinamarca, sin arrastrar a nadie a la pasión. Ah, sobre todo, que pida sus butacas a la derecha del escenario.

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