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Crónica:FÚTBOL | Octava jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Benito Floro sale de Anoeta aún más tocado

La Real apeló a un gladiador para vencer a un caballero andante. De Paula, ninguneado hasta el momento, convertido en cuarta o quinta alternativa para el ataque, salió, tocó un balón hacia atrás y al primero que enganchó hacia adelante lo ajustó al poste superando la estirada del dubitativo Moyá. Llevaba cinco minutos en el campo y había justificado su sueldo futbolístico en mayor medida que el insulso Nihat, una sombra de si mismo. Algo parecido, pero con menos fortuna le sucedió a Benito Floro, que optó en el minuto 88 por Parera, a la desesperada, y en unos pocos minutos le demostró el error cometido en todos los minutos anteriores: una oportunidad salvada por Riesgo, un par de aproximaciones y una falta justificaron más su presencia que la abúlica participación de Luis García, algo así como la santa compaña de un Mallorca moribundo.

REAL SOCIEDAD 2 - MALLORCA 1

Real Sociedad: Riesgo; López Rekarte, Labaka, Luiz Alberto, Garrido (Gabilondo, m. 45); Karpin, M. Alonso (Arteta, m. 65), Aranburu, Rossato; Nihat (De Paula, m. 80) y Kovacevic.

Mallorca: Moyá; Cortés, Ballesteros, Müller (Ramis, m. 23), Poli; Farinós (Perera, m. 88), Nadal; Campano (Marcos, m. 70), Jorge López, Arango; y Luis García.

Goles: 1-0. M. 12. Penalti de Müller a Kovacevic que transforma Karpin. 1-1. M. 52. Arango cabecea un centro de Cortés. 2-1. M. 85. Cabezazo hacia atrás de Kovacevic que De Paula empalma ajustando su disparo al poste.

Árbitro: Esquinas Torres. Amonestó a Ramis, Ballesteros, Poli y Luiz Alberto.

Unos 15.000 espectadores en Anoeta.

Si Benito Floro se jugaba ayer su puesto en Anoeta, no hizo nada por mantenerlo. Su equipo, estático, demasiado entregado a la conducción del balón y dirigido por dos veteranos en horas bajísimas (Nadal y Farinós) apenas dio sensación de peligro más que en diez minutos, los precedentes al gol de la Real que curiosamente no había dado, hasta entonces, señales de vida. Era un duelo mortuorio, en el que nadie tenía fuerzas para mandar, sin medio campo razonable, y que funcionaba a espasmos. Entre los cuatro centrocampistas que circulaban por el carril central difícilmente se hubiera construido uno razonable.

El gol hundió al Mallorca, que había comenzado aseado, límpito, pero tan educado que la defensa realista se bastó para salvar los muebles, salvo en un disparo en semifallo de Campano que repelió el poste. El gol de Karpin, en un dudosísimo penalti de Müller, estimuló a la Real que construyó un fútbol al menos visceral, al gusto de Karpìn, su mejor futbolista, promoviendo un dominio más corajudo que razonable. La Real juega sin centrocampistas jerárquicos, así que funciona por los costados. Pero el gol de Arango en un doble fallo sucesivo de Rekarte y Riesgo hizo pensar en un empate justificativo de ambos colectivos. Y en esto salió De Paula y cambió las cosas. Quizás porque el Mallorca casi nunca tuvo ambición, quizás porque la Real Sociedad tuvo fortuna.

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