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El diseñador Alberto Corazón propone para la ciudad 'señales monumentales' diferentes de las esculturas

Alberto Corazón (Madrid, 1942), uno de los diseñadores de mayor proyección internacional, mostró ayer su desconfianza en la eficacia artística de la escultura sobre la ciudad, y propuso, como alternativa, repensar los monumentos y crear señales vinculadas al entorno urbano 'que le doten de sentido', según dijo.

Corazón, pintor y escultor, protagonizaba la primera comparecencia de personalidades en el Primer Ciclo sobre Arte Público que, bajo el título La ciudad como escenario, organiza la Asociación de Artistas Plásticos de Madrid (AAPM), presidida por Enrique Cavestany, que persigue la puesta en marcha de la Comisión de Estética Urbana, aplazada por el equipo de Gobierno municipal desde hace meses. La AAPM convoca en la sede de la Fundación del Colegio de Arquitectos, en la calle de Piamonte, 23, hasta el próximo sábado, a teóricos del arte como Javier G. Mosteiro, Juan Bordes, Josu Larrañaga, Fernando Gómez-Aguilera, Octavio Colis y Ricardo Aroca, del Club de Debates Urbanos. Coordina el Ciclo Julieta de Haro.

Alberto Corazón considera la ciudad como un ámbito 'de alta carga afectiva y existencial', caracterizado por su movilidad. 'Esa movilidad exige referencias, que dan lugar a los monumentos, a su vez surgidos de la incorporación a la Roma renacentista del obelisco egipcio'. Para él, 'la verticalidad del monolito quedó complementada por la horizontalidad del urbanismo barroco y su expresión fue la fuente ornamental'. La ornamentación mitológica clásica dió paso luego a 'los símbolos del poder burgués, la estatuaria ecuestre de caudillos y próceres que, a partir del siglo XVII, se adueñó del espacio público simbólico. En el siglo XX', dijo, 'las personas comenzaron a experimentar el arte basándose en su propia situación vital. Ya que el hecho artístico reside hoy en la intimidad entre el observador y la obra de arte, al ser la contemplación y el gusto experiencias privadas, un escenario sujeto a todas las miradas, como es el espacio urbano, resulta el menos favorable para tal conexión íntima'. De todo ello, Corazón deduce que 'el espacio público no es un lugar para la escultura de autor'. Y propone crear señales 'intermedias entre la escultura y el monumento, que unan artistas y ciudadanos con su entorno'.

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