Una voluntad de acero
Óscar Sevilla cumple hoy 25 años. No es el niño que anuncian su cara o su sonrisa y sus mofletes. No es un azucarillo que se disuelva. Es amable y simpático, pero no tonto. Detrás de toda esa fachada engañosa hay una voluntad de acero, fuerza y tenacidad. No se entendería, si no, cómo ha conseguido en apenas tres años de profesional pasar de ser un frágil escalador de fuerza a convertirse en un corredor completo, capaz de afrontar una contrarreloj larga con algo más que miedo. Es el único superviviente de aquéllos que disputaron el Tour. Los demás han reventado. Es lo que se llama mentalidad.
Sevilla, profesional hasta el extremo, es el ciclista más dispuesto y voluntarioso. Es también un corredor de gran clase, capaz de ponerse en forma a los pocos días de empezar a entrenarse. Su transformación ha corrido paralela a la de su equipo, el Kelme, que ha pasado de ser un combinado de escaladores salvajes a un compacto conjunto capaz de dominar mejor el llano que la montaña, como se vio en el Tour y se ha visto en la Vuelta. Para Sevilla, el cambio ha sido más fácil debido a su tendencia, a veces exagerada, a usar grandes desarrollos en todos los terrenos. En ese sentido, es todo lo contrario de un escalador, más a gusto con desarrollos ligeros.
También a favor del corredor de Ossa de Montiel (Albacete) cuenta este fin de semana la absoluta naturalidad con la que acepta todo lo que le sucede, la falta de presión con que se mueve. Antes de comenzar el Tour, antes de empezar la Vuelta, el mismo discurso: 'Haga lo que haga, estará bien. Soy muy joven y no pasa nada si fallo'. Ayer dijo: 'En Abantos iré a tope, como si fuera una clásica'.
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