El palco de los rabos
El rabo es bello. El negocio de los rabos es floreciente y el palco estaba lleno de ellos, que se amontonaban por docenas; había que darle salida, y el presi se dedicó a ello con ejemplar entereza. Concedió una cantidad de trofeos inaudita, considerando excepcional lo vulgar y disparatando como si todos los rabos le estuvieran apretando sin pudor ninguno.
Finito de Córdoba se enfrentó a un primer enemigo corniausente, con el que se sintió artista en un par de verónicas por el lado izquierdo y un trincherazo por el mismo sitio, que hicieron presagiar una buena faena. Pero no, Finito se apuntó al Día Mundial del Derechazo y los instrumentó de todas las marcas excepto de la buena: en línea, con el pico, tronchando la figura y retorciéndose. Las inexplicables precauciones con la zurda completaron una prosa aburrida y monótona. El cuarto respondía con nobleza, un poco a su aire, y Finito tiró más por lo compuesto que por lo profundo en un trabajo largo, que llegó a desinteresar al toro. La clase del torero lució en momento aislado, lejos de las cotas exigibles a este matador que ha elegido la senda de la comodidad.
Badía / Finito, Cordobés, Puerto
Toros de Badía Hermanos, pobres de defensas, nobles y con cierta casta. Finito de Córdoba: cuatro pinchazos y tres descabellos (palmas); estocada trasera (dos orejas y rabo). El Cordobés: dos pinchazos, estocada honda trasera caída y descabello (ovación y saludos); bajonazo (dos orejas y rabo). Víctor Puerto: dos pinchazos y estocada (ovación y saludos); pinchazo y bajonazo (dos orejas). Plaza de Marbella, 15 de julio. Un tercio de entrada.
El Cordobés se enfundó en la bata de dependiente: lo mismo despachaba cuarto y mitad de lances que kilo y medio de derechazos, todo a granel y algo apulgarado. El toro tuvo mucha más dulzura que el matador, que terminó con unos mantazos que encandilaron al respetable. El quinto, al igual que el sexto, tuvo cierta entidad y fue muy castigado por ello. El Cordobés estuvo apagado, administrando muletazos de uno en uno, que lo dejaban perfectamente descolocado para el siguiente pase. ¿Podía ser la cosa tan aburrida y falta de calidad? Podía. Los saltos de la rana certificaron el modernismo sin hablar para nada de toreo.
A Víctor Puerto debieron haberle concedido un cajón de rabos; pechó con el lote más difícil, a pesar de lo cual estuvo muy por encima del mansote tercero, al que mantuvo en los medios después de consentirlo en tablas. Nuevamente se fue el toro a resguardo hasta emboscarse totalmente, pero siempre hubo sentido de la lidia y técnica suficiente. El sexto era más toro, tardeaba y embestía con la cabeza alta, pero se encontró a un Víctor Puerto que no se amilanó y aguantó, practicando un toreo suficiente para enjugar los posibles defectos que presentaba el animal.
El César, lesionado
El novillero El César sufrió en el festejo celebrado en Benalmádena (Málaga) una herida con scalp en región frontoparietal y traumatismo encefálico, de pronóstico reservado, según información de agencias. Tenía signos de confusión y como empeoró, se le trasladó a un hospital de Málaga, donde quedó ingresado.
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