La carrera de los franceses valientes
Kirsipuu gana un 'sprint' masivo del que fue descalificado, por pasar miedo, Tom Steels
El ciclismo no está hecho para los miedosos. Es la ley de la UCI. Tom Steels, reputado como duro y valiente, iba lanzado a más de 70 kilómetros por hora en equilibrio inestable sobre dos tubulares de un centímetro. El corazón, a 195 latidos por minuto. Las piernas, un mapa de cicatrices, recuerdos de caídas y operaciones, produciendo caballos de vapor. Eran los últimos 20 metros del sprint.
Espléndido sprint masivo en ancha avenida. Una recta de 1.200 metros de longitud. Espacio para tácticas, maniobras y exhibición de potencia. Valor. Steels iba por la izquierda, pegado a las vallas. A su derecha, un metro por delante, cabezón, el estonio Jan Kirsipuu, sprinter compacto, una masa sin cuello, muslos hasta las orejas. Una bala lanzada. A su derecha, a la misma altura, una máquina desenfrenada de pedalear, frío y testarudo, Erik Zabel, el sprinter modelo. Steels marchaba fuerte y veloz. Con capacidad para remontar por el pasillo izquierdo. Un pasillo estrecho. Patas de vallas erizándolo. Un túnel. Steels sintió pánico (así se lo confesó a los comisarios) y tiró de freno. Ralentizó su marcha. Fue descalificado por perturbar a Zabel, explicaron los comisarios. Por tener miedo, en realidad. El alemán estuvo a punto de caerse. Le salvó precisamente Steels, sobre quien apoyó la espalda y jugó al equilibrismo por parejas. Pero no le había desequilibrado su amigo belga, sino el ambicioso francés Nazon, el hombre que huele los sprints, la punta del Bonjour, que se sacó de la manga un sprint en diagonal. Desde el extremo derecho, a 10 metros, a la punta izquierda, a la rueda imbatible de Kirsipuu. En el camino fue cerrando a todos. Terminó tocando a Zabel. Ninguno, pues, ni Steels el miedoso, Zabel el equilibrista o Nazon el diagonal, pudo remontar a Kirsipuu, lanzado frenéticamente por su compañero Capelle.
Fue el segundo triunfo de Kirsipuu, efímero maillot amarillo en 1999, en sus participaciones en el Tour. Aunque nativo de Tartu (Estonia), el fuerte sprinter lleva 10 de sus 32 años de vida en Francia, donde se ha acostumbrado a arrasar en las llegadas de las carreras menores. Es, así, un ciclista francés que corre para un equipo francés. Su triunfo cierra la primera semana del Tour 2001, la semana francesa por lo menos. El ciclismo que llevaba, desde el escándalo Festina del 98, unos años escondido, fuera de juego en el mundo (cuatro victorias de franceses o equipos franceses en 2000, una en el 99, tres en el 98, ocho en el 97), recibió el favor del Tour, un impulso a la reconstrucción: seis equipos invitados, algunos con poco nivel para la carrera. Cincuenta y un corredores franceses. Cuatro triunfos de franceses o de corredores de equipos franceses (Moreau, Jalabert, Kirsipuu, Crédit Agricole) en las siete etapas disputadas. De la mayoría, llegan las victorias. Ausente, por falta de invitación, Cipollini, gana Kirsipuu. Jalabert, Moreau y Kirsipuu, la reconstrucción francesa, tienen más de treinta años. El Crédit Agricole fue un prodigio de técnica francesa, bicicletas Look de 2,4 kilos, cuadros especiales, entrenamientos de escuela francesa: un actor australiano, dos americanos, uno noruego, uno alemán y otro neozelandés (casado con una francesa): sólo tres ciclistas franceses.
Hoy, 14 de julio, fiesta nacional francesa, la etapa será difícil y complicada. Muy apta para que Belda, el director del Kelme, dé libertad a sus muchachos rodadores, una vez dejados a buen recaudo los líderes, para que intenten llegar a donde puedan. Comienza el Tour de los españoles. Los Vosgos serán un gran escenario para su locura.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.