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Crítica:CRÍTICA | TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Días infelices

Hay un cierto regusto beckettiano en esta historia fantasmagórica, pero tan real como la vida misma a poco que se la imagine, en la que una colección de muertos a manos del nazismo reviven sus experiencias pasadas, incluyendo el momento preciso de su muerte, en el aniversario de los 50 años de la subida al poder de Adolf Hitler al poder más destructivo que vio la historia del siglo ya pasado.

A la directora Carme Portaceli debemos en buena medida la recuperación de un autor como George Tabori, con toda su carga de ambigüedad a la hora de plantear los asuntos más pertinentes y su clara, quizá demasiada clara, narratividad al indagar en el amplio territorio de las contradicciones internas de los peatones de una historia que vivieron una experiencia cuyo significado vital les excede.

Jubileum

De George Tabori, en versión de Marius Gomis. Intérpretes, Toni Agustí, Enric Benavent, Josep M. Casany, Ana Cediel, Joan Peris, Isabel Requena, Joan C. Roselló. Iluminación, María Doménech. Vestuario, Antonio Belart. Escenografía, Quico Estivill. Dirección, Carme Portaceli. Companya Teatre Micalet. Teatro Talía. Valencia.

Cementerio

Una escenografía como en cinemacospe presidida por la parte interior de la tapia de un cementerio no lo bastante anónimo como para no resultar judío y repleta de pintaditas nazis, alberga un repertorio de tumbas igualmente profanadas de las que emergen sus moradores, muy puestos de vestuario, que van desgranando su relato.

Es una narración muy narrativa, con hilos entrecruzados, enigmas por resolver y disquisiciones diversas, donde cada uno de esos muertos vivientes encuentra su momento de gloria al proporcionar el relato particular de su desventuras pasadas, aunque el propósito de actualidad evita aquí cualquier desaire cronológico.

El mal no sólo es banal, sino que también es eterno, de manera que no se ahorra aquí la intención de extender el horror nazi a los apuntes de ahora mismo sobre la inmigración, en un montaje algo farragoso y más al servicio de lo que considera imprescindible contar que a la obediencia de las leyes de la puesta en escena. Una densidad de propósitos, no siempre bien resuelta, que aconseja ver el montaje más de una vez.

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