Lanzamiento mundial
Manuel Martínez entra en la élite del peso con 21,04 metros
'He conseguido algo histórico. Por primera vez un lanzador español de peso supera los 21 metros', dijo Manuel Martínez, de 26 años, tras lograr una marca extraordinaria. Desde ayer, este atleta leonés ha puesto a España en la lucha directa por las medallas en los Campeonatos del Mundo del próximo verano, en Edmonton.
Caía la tarde en Valladolid cuando Martínez ejecutó su tercer intento. Arrastraba una sinusitis y no se encontraba en plena forma, pero, según su costumbre, se centró en la última oportunidad. Su cuerpo se impulsó en línea, rápido, y el efecto de palanca disparó la bola de acero de siete kilos desde su mandíbula derecha hasta la línea imaginaria de los 21,04 metros en el vuelo más lejano que haya hecho el peso arrojado por un español.
La hazaña de Martínez abre el deporte español a un universo nuevo. Además de batir el récord nacional (su propia marca, de 20,91 metros, de este año), el de ayer es el tercer mejor lanzamiento mundial del año, tras los 21,36 metros del estadounidense John Godina y los 21,22 del surafricano Janus Robberts.
Con Martínez, España comienza a cubrir con éxito la disciplina de los lanzamientos, uno de sus agujeros negros, que incluye el martillo, la jabalina y el disco. En el futuro inmediato, la marca de Valladolid sitúa al atleta en plena carrera por subirse al podio que coronará a los tres mejores del mundo. Y eso que, como dijo tras la prueba, tenía sinusitis y 'algo de gripe', por lo que no pudo competir 'al máximo'.
Más bajo y menos pesado que la media de los lanzadores de peso, Martínez constituye un fenotipo novedoso en esta modalidad. Un atleta que se ha valido de estas aparentes limitaciones para explotar el recurso de la velocidad y la coordinación. No es un lanzador de gran masa muscular, pero lo que pierde de potencia lo gana en rapidez. Su carrocería, de 186 centímetros y 140 kilos, engaña en más de un punto. Martínez, a quien algunos apodan Supermán, es un caso de artista integral. Además de potenicar la fuerza y la técnica de una de las disciplinas más rudas del atletismo, se encierra en su taller a modelar esculturas en barro, pintar y escribir, aunque prefiere expresarse con las manos. 'De pequeño me llamaban Monosílabo porque la palabra no era lo mío', comenta.
Hace dos años estuvo a punto de liquidar su carrera al romperse los ligamentos de una rodilla, articulación clave para ganar impulso. Pero desde los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 anuncia grandes logros. Entonces acabó el sexto, con 20,55, un hito poco reconocido. Ayer confirmó su calidad metiéndose en la élite.
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