El Villarreal también gana sin Palermo
Un gol de Craioveanu en los últimos minutos deja sin aliento al Rayo, que dominó en balde
No fue Palermo a Vallecas, pero bastó con Craioveanu. El rumano le puso el gol a un partido medido, disputado metro a metro en un campo parcheado y cubierto de barro. El Rayo jugó arriba, a tener la pelota, a moverla de primeras, buscando brecha pero sin claridad en los últimos metros. El Villarreal se desplegó en su trinchera. Esperó, y atacó cada vez que Cagna tuvo el balón. No hicieron otra cosa los de Castellón para controlar el duelo. Y con paciencia, empujaron al Rayo al desfiladero.
Con tanta posesión, el Rayo parecía el dueño de la pelota. En su barrio y con el viento a favor, los de la banda roja comenzaron el partido girando en torno a la zurda de Míchel, que se metió en la media punta una y otra vez. Y una y otra vez, Amor y sus cinco defensas por detrás le cortaron el circuito.
El Villarreal se dejó dominar. Actuó con discreción y engañó: creó en la grada y en el rival una especie de fe en la buena fortuna. El mensaje convenció al Rayo de sus recursos, de su poder. Resultó falso. El Villarreal se cerró atrás con tres centrales y atacó con dos delanteros y dos centrocampistas. Con cuatro pases como mucho y un remate final. Sin demasiadas variantes pero con un puñado de consignas clarísimas. Muy económico en su plan, el Villarreal se llevó el partido y el Rayo terminó desquiciado, víctima de su propio dominio estéril y sin profundidad.
Artífice principal de la artimaña fue Cagna. El ex volante del Boca jugó de lo que hizo falta en cada momento: de interior derecha, de medio centro, de media punta... Habló hasta con los jardineros. Se movió por todo el campo y cada vez que levantó la cabeza con el balón al pie provocó el pánico en Vallecas. Sin muchos alardes, recuperando, metiendo dos regates por aquí y un cambio de ritmo por allá. Frenando y cruzando el balón a 30 metros, a la otra banda, donde Javi Gracia se quedaba solo. O dando un pase en profundidad a Víctor. O a Craioveanu por la misma banda. La cuestión era sorprender. Actuar rápido y ser preciso. Así vivió el Villarreal en Vallecas durante hora y media.
Hasta que Craioveanu, nuevamente, recibió el balón libre de la marca de Ballesteros -demasiado pesado para seguirle- y se fue para batir a Keller. Sabía el rumano que, desde la llegada del goleador del Boca, Martín Palermo -que ayer descansó-, no le deben de quedar muchos minutos sin competencia. 'Sabía que era una de las últimas oportunidades que tenía y quise demostrarlo', dijo después del partido, después del derechazo que culminó la gran trampa. Cuando el Rayo cayó en la cuenta, fue demasiado tarde.
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