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Crítica:20ª jornada de Liga | FÚTBOL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Villarreal también gana sin Palermo

Un gol de Craioveanu en los últimos minutos deja sin aliento al Rayo, que dominó en balde

Diego Torres

No fue Palermo a Vallecas, pero bastó con Craioveanu. El rumano le puso el gol a un partido medido, disputado metro a metro en un campo parcheado y cubierto de barro. El Rayo jugó arriba, a tener la pelota, a moverla de primeras, buscando brecha pero sin claridad en los últimos metros. El Villarreal se desplegó en su trinchera. Esperó, y atacó cada vez que Cagna tuvo el balón. No hicieron otra cosa los de Castellón para controlar el duelo. Y con paciencia, empujaron al Rayo al desfiladero.

Con tanta posesión, el Rayo parecía el dueño de la pelota. En su barrio y con el viento a favor, los de la banda roja comenzaron el partido girando en torno a la zurda de Míchel, que se metió en la media punta una y otra vez. Y una y otra vez, Amor y sus cinco defensas por detrás le cortaron el circuito.

El Villarreal se dejó dominar. Actuó con discreción y engañó: creó en la grada y en el rival una especie de fe en la buena fortuna. El mensaje convenció al Rayo de sus recursos, de su poder. Resultó falso. El Villarreal se cerró atrás con tres centrales y atacó con dos delanteros y dos centrocampistas. Con cuatro pases como mucho y un remate final. Sin demasiadas variantes pero con un puñado de consignas clarísimas. Muy económico en su plan, el Villarreal se llevó el partido y el Rayo terminó desquiciado, víctima de su propio dominio estéril y sin profundidad.

Artífice principal de la artimaña fue Cagna. El ex volante del Boca jugó de lo que hizo falta en cada momento: de interior derecha, de medio centro, de media punta... Habló hasta con los jardineros. Se movió por todo el campo y cada vez que levantó la cabeza con el balón al pie provocó el pánico en Vallecas. Sin muchos alardes, recuperando, metiendo dos regates por aquí y un cambio de ritmo por allá. Frenando y cruzando el balón a 30 metros, a la otra banda, donde Javi Gracia se quedaba solo. O dando un pase en profundidad a Víctor. O a Craioveanu por la misma banda. La cuestión era sorprender. Actuar rápido y ser preciso. Así vivió el Villarreal en Vallecas durante hora y media.

Hasta que Craioveanu, nuevamente, recibió el balón libre de la marca de Ballesteros -demasiado pesado para seguirle- y se fue para batir a Keller. Sabía el rumano que, desde la llegada del goleador del Boca, Martín Palermo -que ayer descansó-, no le deben de quedar muchos minutos sin competencia. 'Sabía que era una de las últimas oportunidades que tenía y quise demostrarlo', dijo después del partido, después del derechazo que culminó la gran trampa. Cuando el Rayo cayó en la cuenta, fue demasiado tarde.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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