'La limitación de un artista está en la falta de talento o de humildad'
No ha acabado la carrera de Derecho y ya ha comenzado la de Geografía e Historia, ha tocado la batería en una banda de heavy metal, escribe poesía y cuentos en diversas revistas, tiene una libro poemas y una novela pendientes y un montón de proyectos, entre ellos una guía 'secreta' de Cádiz y la producción de un disco del cantaor Juan Luis Pineda, al que acompaña en los conciertos. El gaditano Alejandro Luque (1974), colaborador de EL PAÍS, reparte sus múltiples inquietudes en varias ocupaciones simultáneas. Acaba de publicar el libro Que me quiten lo bailao. Vida y arte de Juan Farina, con el que se inicia la colección Biblioteca de temas chiclaneros del Ayuntamiento de esta localidad.
Pregunta. ¿Cómo puede dedicarse a tantas cosas sin perderse?
Respuesta. Es algo que he hecho toda la vida. Nunca tuve una vocación definida. Reparto mis pasiones entre la música, la literatura y el arte, porque también soy dibujante aficionado. Es algo que te da muchas satisfacciones, pero también tienes la sensación de dispersión, de que haces un poco de todo, pero nada a derechas. Me siento un intruso en todas partes: ser músico es algo más que tocar un instrumento, no soy periodista de carrera y soy un pésimo estudiante de Derecho. Y ser escritor o poeta en estos tiempos es un poco de atrevimiento. Pero no me puedo quejar, es el camino que he escogido, mi medio de vida. ¡Qué más le puede pedir uno a sus pasiones!
P. ¿Qué le impulsó a escribir sobre Farina?
R. Es un libro de encargo. Tenía una referencia vaga del personaje. Lo que pensaba que iba a ser una tarea de meses se prolongó dos años y medio porque material gráfico y de prensa sobre Farina hay muy poco, y porque descubrí un filón, una perita en dulce, lo que me obligó a meterme más en su biografía. Pensé en hacer más una recreación literaria, olvidando el rigor historiográfico. Me enamoré de su historia.
P. ¿Qué le llamó más la atención de este bailaor?
R. Pues la historia de Farina, que fue un bailaor cojo, que ya suena original; una historia de supervivencia y superación personal, de apego a la vida, con el barniz mítico de las historias flamencas y con la ética y estética del fracaso, del que Farina fue un estandarte. La suya podría ser la historia de una generación perdida, de artistas que se pasaron la vida detrás de una bata de cola y a los que las mieles, si les llegaron, lo hicieron tarde. Artistas que pasaron muchas fatiguitas y cuya verdad es estremecedora en unos tiempos descafeinados como los de ahora. En el flamenco hay toda una legión de freaks, la historia del arte está llena de ejemplos en los que las limitaciones físicas no tienen demasiada importancia. La verdadera limitación del artista es la falta de talento o humildad.
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