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Tres segundos de terror

Rastreen en su memoria e intenten recordar su peor pesadilla. Compárenla con esta historia verdadera.Es domingo. Estamos en Ostia, el crucigramero puerto de Roma. Torneo italiano de yudo. Categoría de menos de 81 kilos. Sobre el tatami, el duro cuadrilátero de combate, dos jóvenes de 80 kilos: un duro alemán, Wanner; un duro español, Sergio Doménech. Hace unos minutos que ha comenzado la pelea. El germano cuenta con ventaja, pero el aragonés es testarudo, y no es tópico, y lucha. Lleva camino de remontar. Se arriesga. Intenta una proyección. Si la hace rápido y con fuerza, efecto sorpresa, perfecto. Si no... Es no. Wanner le pesca a Sergio Doménech. El tiro por la culata. Una contra. El aragonés sale disparado. Vuela. Cae de cuello. Malamente. Cara abajo. Paralizado.

En estos casos, la solución es sencilla y la derrota inmediata. El rival, que cae sobre el atacante, sigue una de las técnicas habituales: el estrangulamiento. Coge al contrario de las axilas, le da la vuelta, cara arriba, y le atenaza el cuello. Aprieta y aprieta hasta lograr la rendición. Eso hace Wanner con el inerte Doménech. Inmóvil, incapaz de mover un dedo, pero consciente, sabiendo siempre lo que está pasando, sufre la llave estranguladora. No se puede rendir. No puede hacer ningún gesto. El alemán sigue apretando. "Dios mío, Dios mío, que me lo quiten de encima, que me ahoga", quiere gritar el deportista de Zaragoza. No puede. Son sólo tres segundos. Tres segundos eternos. La muerte a un paso inevitable.

"El yudoca que está estrangulando a otro no tiene por qué parar. En el fragor de la pelea no puede ser consciente de que el otro se ha roto nada. Es, en esos casos el árbitro, quien tiene que parar el combate", cuenta Fernando Gutiérrez, el médico del Centro de Alto de Rendimiento de Madrid que está siguiendo la pelea a un par de metros. "El árbitro no ve nada raro. Y yo tampoco hasta que al darle la vuelta veo que a Sergio le caen los brazos exánimes a los lados. Entonces yo me temo lo peor, salto y casi tengo que quitarle al alemán de encima". Uf. Salvado de morir asfixiado.

Sergio Doménech queda tendido en el tatami. Inconsciente. Enseguida, sin embargo, recupera la consciencia. "No siento las piernas. No siento los brazos", dice de entrada al médico. "Pero le dura poco ese estado", recuerda Fernando Gutiérrez. "Poco a poco mueve las piernas. Los brazos le cuestan más". Ambulancia. Hospital de Ostia. Urgencias. "Es un hospital pequeño. Sin apenas medios. Le hacen unas pruebas y le ven una luxación entre la cuarta y la quinta vértebra cervical", explica Alejandro Blanco, presidente de la Federación Española de Yudo, que allí estaba. Más ambulancia. Hasta Roma. Hospital San Camilo. Allí le hacen una resonancia y una TAC. No sólo hay luxación. También aprecian una fractura con desplazamiento. Y un gran edema. Afortunadamente, la médula está intacta. El neurocirujano le opera inmediatamente. Reduce la fractura y el edema. Le coloca un collarín.

"Ha quedado perfecto", les cuenta a su familia. "La operación ha sido un éxito", insistía ayer la madre del yudoca desde el hospital. "Ahora le estoy dando la cena y hasta mañana no se podrá poner al teléfono, pero sí, Sergio está bien, se levanta de la cama y anda, le duelen un poco los brazos pero es normal. A lo mejor el domingo le dan el alta. Dice que no le quedarán secuelas". Fin de la pesadilla.

¿Seguro? Hay un tema que su madre no quiere sacar a colación. "Sergio es muy fuerte física y mentalmente; muy lanzado, cabezota y decidido, pero prefiero no hablarle de Sydney". Sergio Doménech, de 24 años, dejó los estudios de veterinaria por los de fisioterapia. Lleva 20 años practicando el yudo. "Desde preescolar. Y desde hace cuatro años sólo piensa en los Juegos Olímpicos". Los Juegos, su objetivo único, se disputan dentro de seis meses, puede perdérselos. Nadie, ni el médico, ni el presidente de la federación, ni su madre, se atreven a aventurar si Doménech estará en condiciones de competir allí. "Siempre ha pensado en Sydney, siempre ha pensado en Sydney", repite Alejandro Blanco, quien recuerda el caso de la belga Van de Cabeye, una yudoca que sufrió el mismo percance que Doménech y a los seis meses volvió a ganar una competición. "Sergio es uno de nuestros mejores yudocas. Ha ganado el Villa de París, un Mundial oficioso. Tiene la plaza segura para los Juegos. Y allí, si no pierde el primer combate, seguroque es medalla. Era su momento. Ahora todo depende de él".

Y su madre repite: "No sé lo que pasará, pero mi hijo es muy luchador. Y lleva cuatro años pensando en Sydney..."

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