Una forma de hacer plantas transgénicas sin genes extraños Se fuerzan mutaciones que manifiestan los rasgos latentes de una planta
Los investigadores calculan que el trigo y el maíz comenzaron a evolucionar por sendas separadas a partir de un antepasado gramíneo común hace al menos 60 millones de años. Han descubierto que los genes del maíz que le indican a la planta qué proteínas fabricar para producir su forma, su mazorca, sus raíces y su sistema reproductor -en una palabra, todo lo que la convierte en maíz- tienen homólogos casi idénticos en el arroz, prácticamente en el mismo orden.
Eso indica que las diferencias entre las plantas podrían proceder en buena parte no de los genes en sí, sino del momento en que éstos se activan o no, con qué fuerza y en qué parte de la planta están activos. Y algunos se preguntan si este conocimiento se puede utilizar para un nuevo tipo de ingeniería genética.Nadie está más entusiasmado con estas investigaciones que Richard A. Jefferson, de 43 años, fundador del Centro para la Aplicación de la Biología Molecular a la Agricultura Internacional de Canberra, Australia, quien a veces declara: "El arroz es maíz". Aunque sabe que es una exageración, sirve de llamativa introducción a cómo su instituto está intentando dar nueva forma al enmarañado debate mundial sobre el papel de la ingeniería genética en la biotecnología agrícola.
Jefferson afirma que el alto grado de superposición genética entre las plantas -de hecho, entre todos los seres vivos- indica que buena parte del cambio de genes entre especies puede ser innecesario. Quizá, en lugar de trasladar un rasgo valioso, como la resistencia al frío, de un pez a una planta, los ingenieros genéticos podrían conseguir el mismo resultado llevando a la planta a una mutación que activa los genes para la tolerancia al frío ya presentes en su ADN.
Jefferson, estadounidense, no se opone a trasladar genes entre diferentes formas de vida. De hecho, en 1985, inventó en la Universidad de Colorado (Estados Unidos) una forma de rastrear la localización y actividad de los genes mientras los investigadores los cambiaban de una especie a otra. En 1987, consiguió patatas genéticamente alteradas en el Plant Breeding Institute de Cambridge (Reino Unido).
Sin embargo, el centro de investigación sin ánimo de lucro de Jefferson, conocido como Cambia, hoy derrocha recursos en un proyecto para mezclar una y otra vez los interruptores de genes del arroz, con la esperanza de desencadenar rasgos enterrados en el arroz que la evolución podría no mostrar durante millones de años, si es que lo consigue alguna vez.
Según Andrzej Kilian, contratado para dirigir la investigación, dentro de cuatro o cinco años se podrían convertir mutantes prometedores -por ejemplo, arroz que produce vitamina A en el grano- en cosechas viables en países en desarrollo, mediante su cruzamiento con las cosechas existentes. Y el Cambia está trabajando con otros socios para aplicar los mismos conceptos a la mandioca, el garbanzo y otras plantas importantes en la alimentación.
"La evolución utiliza siempre fuerzas aleatorias", afirma Kilian. "Estamos intentando acelerarla y hacerla manejable". El trabajo de mutación inducida en laboratorio es sólo uno de los proyectos del Cambia. Jefferson espera que dichos esfuerzos creen una forma de que las pequeñas empresas y los países en vías de desarrollo exploten la biotecnología bordeando la fortaleza de patentes creada por Monsanto, DuPont y otras gigantes multinacionales. Y eso, además, podría satisfacer a algunos de los enemigos actuales de la biotecnología.
La tecnología del Cambia todavía cruza las fronteras entre especies en formas que podrían alarmar a algunos enemigos de la biotecnología. El procedimiento, denominado transgenómica, no traslada los genes deseados para introducir un nuevo rasgo en el arroz, pero su método para cambiar la regulación que tiene el arroz de sus propios genes sí requiere la importación de interruptores procedentes de bacterias, levaduras o plantas.
"La gente puede tener una opinión diferente sobre esto que sobre algunos de los trabajos entre especies, pero algunos de los riesgos que les preocupan siguen estando ahí", afirma Margaret Mellon, encargada de las cuestiones de biotecnología en la Unión de Científicos Preocupados en Washington.
En realidad, se trata de un uso lógico, aunque audaz, de la creciente montaña de investigaciones sobre la mutación natural. Desde hace décadas se sabe que ocasionalmente los organismos cortan partes sueltas de su propio ADN regulador de forma que pueden saltar, aparentemente de forma aleatoria, a otros emplazamientos y posiblemente activar genes con rasgos útiles, especialmente cuando los organismos están bajo algún tipo de estrés. "Una de las últimas respuestas de defensa del genoma en situaciones de estrés es barajar las cartas", dice Susan McCouch, de la Universidad de Cornell.
El Cambia intenta imitar el proceso natural mediante la inserción de un paquete de ADN de levadura, bacterias y maíz que sólo se puede activar cuando un gen de arroz está cercano y activo. Pero el verdadero impulso para la mutación del Cambia se basa en la inclusión en el paquete de ADN de una secuencia que puede movilizarse cuando la planta se cruza con otra planta que contiene la enzima que lo libera.
Este proceso imita lo que el transposón (gen móvil) del arroz podría hacer de forma natural si la planta estuviese sometida a estrés. Los investigadores deben todavía analizar miles de plantas, como hacen los seleccionadores naturales, en busca de mutaciones beneficiosas para los campesinos. El Cambia está elaborando ahora un catálogo de plantas con los paquetes de ADN insertados cerca de varios genes de arroz. Tiene unas 3.000 plantas y espera alcanzar las 10.000 a finales de año.
En teoría, hay mucho espacio para crear nuevas funciones para los genes existentes. "Los genes de las plantas generalmente son redundantes", recuerda Susan Wessler, experta de la Universidad de Georgia (EE UU). "Puede haber ocho copias de un gen". Así, se podría regular de nuevo una copia de un gen para producir un nuevo rasgo mediante un transposón sin necesidad de poner el peligro la planta.
Las multinacionales se han mantenido extraordinariamente calladas sobre si están o no realizando investigaciones similares. Jefferson afirmó que algunas estaban negociando acuerdos de licencia no exclusivos para la tecnología transgenómica, parte de la cual se podría usar para hacer más precisa la ingeniería genética actual.
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