"El PP tiene que acabar ya con la dolorosa etapa de colaboración con Convergència"
Los malos resultados que el PP de Cataluña obtuvo en las recientes elecciones municipales, en las que perdió 80.000 votos, han puesto en cuestión la estrategia moderada que ha seguido el partido desde la defenestración de Aleix Vidal-Quadras (Barcelona, 1945), en 1996. El ex líder regional ha irrumpido de nuevo en la política catalana y pide que el partido recupere su discurso de antaño, de inequívoco enfrentamiento con CiU. Pregunta. ¿Se pueden considerar un fracaso los resultados electorales del PP de Cataluña? Respuesta. La palabra fracaso es muy fuerte, pero sin duda ha habido una inflexión a la baja de la marcha ascendente que el partido tenía desde el año 1991, que además se produce después de tres años de buena gestión del Gobierno del PP. Hay que hacer un diagnóstico objetivo sobre qué ha sucedido. P. ¿Cuál es su diagnóstico? R. Creo que cualquier partido ha de tener muy claro lo que es y no pensar que los ciudadanos son una especie de producto maleable a voluntad de la oferta política. Un partido ha de tener clara su doctrina, sus objetivos, ser muy diáfano en su exposición a los ciudadanos y, sobre todo, convincente. Quizá esto se ha olvidado en estos tres años. P. ¿Le parece que el partido se ha desdibujado en Cataluña? R. No lo sé. En los últimos años, los dirigentes han puesto mucho énfasis en palabras como moderación, centralidad,oposición constructiva... Estos planteamientos en principio son buenos, pero tienen que ir acompañados de un núcleo conceptual y doctrinal muy sólido. Si no, se pierden en el aire. P. ¿Considera que el PP ha pagado en las urnas la exclusión de los vidalquadristas? R. Desde 1996 se ha producido la exhibición de un alejamiento y una ruptura con la etapa que yo dirigí, que se ha hecho explícita a través de muchos gestos. Se ha querido enterrar esa etapa. En la última campaña se me ha mantenido deliberadamente alejado de Cataluña. Es una opción que he aceptado disciplinadamente, pero no parece que el resultado sea estimulante. En un partido hay que procurar sinergias y en este caso se ha olvidado que la conjunción de esfuerzos es mucho mejor que la dinamitación de lo anterior. P. ¿Por qué ha estado alejado de la campaña en Cataluña? ¿No se ha inhibido? R. Yo ofrecí mi ayuda para esta campaña dos meses antes de las elecciones. Tuve una conversación en profundidad con el coordinador general del partido, Pío García Escudero, y lo hablé también con Javier Arenas y Josep Piqué. Me ofrecí y avisé de que visualizar una ruptura absoluta con mi etapa no sería bueno porque muchos votantes del PSOE que habían votado al PP en municipales y autonómicas durante la etapa en que yo lo presidía volverían a su matriz originaria, como se ha visto. Me ofrecí a colaborar para ir con los alcaldables a todas partes; es decir, me ofrecí para hacer lo que ha hecho Josep Piqué, para hacerlo todos juntos al servicio de una causa común. Pero no se aceptó y ha pasado lo que ha pasado. P. ¿Considera que Alberto Fernández es el único responsable del retroceso del PP en Cataluña? R. No se puede responsabilizar a una sola persona de un fenómeno tan complejo. Creo que ha sido fruto de una serie de circunstancias: por una parte, el PP nacional se vio obligado en 1996 a un pacto con CiU que determinó ciertos cambios en Cataluña; por otra, la dirección actual en Cataluña quiso exhibir esta ruptura con mi etapa por razones ajenas al interés del partido. Cuando yo fui presidente, todos los actuales dirigentes tenían su papel y entre 1991 y 1996 el PP triplicó sus votos en Cataluña. P. ¿El PP de Cataluña debe ser más beligerante con CiU? R. Los bandazos, a tenor de los resultados electorales, son una muestra de impotencia y frivolidad. Hay que ser lo que uno es, fiel a las propias convicciones, claro en el discurso, enérgico en la acción y honrado en la ejecutoria. No hay que andar perdido en elucubraciones tácticas. La política es una cosa seria. No es un problema de simple mercadotecnia. P. Usted acusa a Pujol de ser un tirano totalitario. ¿Le parece razonable decir eso cuando el PP gobierna gracias a CiU? R. Calificarle de déspota me parece una expresión suave teniendo en cuenta lo que hace el señor Pujol. Es la cabeza visible de un inmenso aparato de opresión en Cataluña: profesores depurados y perseguidos por razones ideológicas, emisoras de radio que se cierran por no ser afines a la ortodoxia pujolista... Es una máquina que oprime a Cataluña, que la asfixia. Intenta imponer un estereotipo cultural y lingüístico a la fuerza y además depreda el presupuesto hasta extremos de una voracidad casi obscena. Para Cataluña es una prioridad absoluta sacudirse esa losa. El señor Pujol y todo su tinglado son un lastre intolerable. Espero que en las autonómicas Cataluña hinche los pulmones y se sacuda ese corsé de una vez. P. Pero entonces, siguiendo su razonamiento, José María Aznar se sostiene gracias a un déspota y las posibilidades del PP de llegar al Gobierno de la Generalitat dependen también del mismo déspota. R. Hay un momento en el que hay que optar. En estos años, el pacto con CiU ha funcionado bien en políticas económicas y sociales. Pero ha tenido una sombra: en Cataluña, mientras los tipos de interés bajaban y el déficit se contenía, la ley de política lingüística machacaba las libertades de los ciudadanos, la Guardia Civil de Tráfico se tenía que marchar de las carreteras catalanas y el señor Pujol se permitía hazañas como clausurar emisoras de radio porque no le eran afines. Hemos pagado un precio muy doloroso. En mi opinión, hay que acabar ya con la etapa de colaboración con Convergència e ir a las elecciones con una propuesta muy clara: defender el propio programa sin pagar más peajes a costa de los derechos y libertades de los ciudadanos. P. ¿Qué tiene que hacer el PP de Cataluña para mejorar los resultados en las autonómicas? R. Aunar esfuerzos. Dejarnos de efectos y pasar a las sinergias. Hacer de la virtud necesidad y no de la necesidad virtud. Todo el mundo es necesario en el PP de Cataluña: Josep Piqué, Alberto Fernández, yo mismo. Sin exclusiones, sin descalificaciones, sin gestos públicos de desprecio, sin desaires, con cordialidad y compañerismo. Es tan razonable que hasta sorprende que no se haga así. P. ¿Considera agotada la posibilidad de que haya un efecto Piqué en Cataluña? R. No se trata de que haya efectos concretos, sobre todo si los efectos acaban resultando defectos. La política construida a base de golpes de efecto es algo que se agota rápidamente. La política es una labor larga, seria. Para tener credibilidad y apoyos no se puede caer en el puro enfoque coyunturalista. P. ¿Le parece que el PP puede crecer atrayendo electores moderados de CiU? R. Hasta hoy, el PP ha crecido sobre un electorado originariamente socialista decepcionado por las complacencias ante los nacionalismos. Después hemos tenido también la movilización de abstencionistas gracias a las campañas electrizantes que hacía el PP de Cataluña entre 1991 y 1996. Y hay otra posible bolsa de crecimiento que es el votante de CiU cansado de disparates nacionalistas. Hay que conquistarlo sobre la base de la argumentación y la pasión, no diluyendo el discurso.
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