Una exposición repasa la cultura de los sioux más allá de la leyenda

El Museo de América de Madrid acoge la muestra 'Los pieles rojas imaginados'

La leyenda ha ocultado una filosofía de vida original, un respeto a la naturaleza ejemplar y unas expresiones artísticas a menudo simplificadas y limitadas al ámbito infantil, al folclor y al cine del Oeste. Por ello, la muestra Sioux: los pieles rojas imaginados, que acoge el Museo de América de Madrid hasta el 11 de julio, pretende revalorizar un modelo de sociedad que tardó tres siglos en establecer contacto con los blancos.

La exposición, que se inauguró el pasado viernes, llega por primera vez a España tras su paso por París y Bolonia y recoge 150 piezas procedentes de subastas y m...

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La leyenda ha ocultado una filosofía de vida original, un respeto a la naturaleza ejemplar y unas expresiones artísticas a menudo simplificadas y limitadas al ámbito infantil, al folclor y al cine del Oeste. Por ello, la muestra Sioux: los pieles rojas imaginados, que acoge el Museo de América de Madrid hasta el 11 de julio, pretende revalorizar un modelo de sociedad que tardó tres siglos en establecer contacto con los blancos.

La exposición, que se inauguró el pasado viernes, llega por primera vez a España tras su paso por París y Bolonia y recoge 150 piezas procedentes de subastas y mercados de Nueva York y París que reunió un coleccionista privado francés. Los objetos datan del periodo comprendido entre 1860 y 1890, que coincide con la destrucción de su modo tradicional de vida y con su confinamiento en las reservas.La muestra Sioux: los pieles rojas imaginados, separada por paneles de celosías metálicas, se divide en tres bloques. Una Introducción recorre el medio físico y la población. Guerreros y jinetes extraordinarios, los sioux estaban establecidos en el siglo XVI en la cabecera del río Misisipí hasta que fueron presionados por otras tribus a emigrar al norte de las praderas. Apenas mantuvieron contacto con los blancos hasta el siglo XIX, cuando emigrantes europeos inician la colonización del Far West.

En 1830 fueron obligados a vivir en reservas, y en 1890, empujados por su extrema miseria, se unieron en un movimiento mesiánico basado en el culto del peyote (recogiendo el sentido místico y curativo secular del alucinógeno) o Santa Medicina (el que hace vivir).

La vida en las praderas es el bloque que engloba el ciclo vital. Este apartado contiene objetos del tipi o tienda de campaña triangular, la vivienda típica de los indios y terreno exclusivo de las mujeres, que ejercían un papel muy activo en estas sociedades. Las jóvenes indias mantenían además una libertad sexual semejante a los hombres y desde luego bastante más laxa que en Occidente. La vivienda estaba adaptada a la vida seminómada, que exigía expresar el arte en objetos fácilmente transportables, como mantas, pipas, pieles y tocados de plumas. Cada pluma equivale a una hazaña y simboliza las actitudes que el indio quería tener ante la vida: valentía, fuerza...

En este apartado también se incluyen los objetos de caza (los indios utilizaron el perro antes que el caballo); armas de la guerra, considerada ésta más como un ritual para conseguir honores que para matar a enemigos; el trabajo y la comida; bordados de pieles de puerco espín teñidas y con cuentas de vivísimos colores. Estos pequeños abalorios servían para cambiarlos por armas.

Sueños y visiones

Los sioux lideraron las últimas resistencias indígenas al Ejército de EE UU a finales del XIX formando alianzas con otras naciones indias, como los cheyenne y arapahoe, y lucharon ferozmente frente a la pérdida de sus signos de identidad. La tercera parte de la exposición, La vida ceremonial, está dedicada a las creencias y rituales, los sueños y visiones, al hombre-medicina (chamán) y los ritos de purificación. Profundamente religiosos y místicos, los hombres indios (y pocas mujeres) se provocaban visiones mediante el ayuno y el aislamiento, lo que les permitía comunicarse con un espíritu guardián que les ayudaba toda su vida. Según el texto que acompaña a la exposición, los sioux creían que el sueño les presagiaba mensajes de enfermedad o guerra y que les orientaba hacia actividades futuras. Y estaban persuadidos de que el mundo que les rodeaba estaba poblado de espíritus y poderes sobrenaturales que les moderaban la vida humana y la naturaleza.El último tramo de la exposición es El fin de una cultura, que supone la carrera hacia el Oeste, la vida en las reservas (su acceso estaba vetado a los blancos salvo que fueran funcionarios dedicados a la protección) y la imagen de los indios.

La mayor parte de las piezas expuestas (plumas, tocados, pieles, vestidos, mocasines, armas, pipas y collares) corresponden a los sioux o dakotas, pero hay también alguna muestra de otras tribus y fotografías tomadas en su día por grandes fotógrafos, como Curtis, Muhr o Barry, que dejaron testimonio de estas gentes y de sus principales líderes, Toro Sentado, Caballo Loco o Nube Roja. Organizada por el Ministerio de Educación y Cultura y la Caixa de Girona, la exposición Sioux: los pieles rojas imaginados viajará después de Madrid a Oviedo, Girona y Sabadell.

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